“No veo en absoluto claro que la monarquía española vaya a acabar o tenga que plantearse el fin de sus días con el relevo de Juan Carlos, aunque sea una hipótesis respetable, a no ser que ponga en riesgo la democracia o deje de ajustarse a sus funciones constitucionales”. Eso piensa Ángel Duarte, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Girona, y así lo expresó al final de su charla ayer en el club FARO, donde habló sobre “¿Será España mañana republicana?”.

Presentado por Rosa Pascual, catedrática de Historia en el IES Escolas Proval de Nigrán, la conferencia tenía un subtítulo: “El ideal que se perdió en el exilio del 39”. Amparado en su especialización en la materia y en un amplio trabajo sobre el tema, Duarte sostiene la tesis de que a la República española le sucedieron desde 1939 cuatro décadas de franquismo que se sostuvieron entre otras cosas en una insistencia en desacreditar a la misma República y al republicanismo. Después, en los años de la Transición, según expresó, fue el ideal de la democracia el que lo ocupó todo y mantuvo lo que él llama “desvinculación referencial”.

Sólo en los últimos años reaparece, según el historiador, una cierta vindicación del ideal republicano ya apuntado en la segunda legislatura de Aznar, cuando mucha gente se echó a las calles contra su política y empezaron a verse ondear banderas republicanas. Para Duarte en los últimos veinte años el colapso de ideas y proyectos en la izquierda, así como el relevo generacional de las elites políticas que protagonizaron la transición, han reabierto la cuestión pero, mientras los “albaceas” del republicanismo se obcequen en que La República es la izquierda y no como en otros países un terreno de juego que permite los ejercicios serenos de deliberación entre distintos proyectos políticos en presencia, “todos ellos igual de legítimos, los republicanos continúan haciendo de la República un imposible en España, no tendrá futuro”.

De lo que habla este historiado es “de la lenta agonía de una cultura desarraigada, extirpada de la tierra y del aire que le daba vida, que la sostenía, que la dotaba de sentido y que se llevaron los republicanos al exilio tras perder la guerra civil. La larga duración del franquismo les convirtió en una suerte de peces privados del líquido elemento”,

En rigor, según comentó Duarte, las repúblicas en España han sido pocas -exactamente dos-, breves -once meses la primera, en el siglo XIX, y unos pocos años la segunda, proclamada en 1931- y agitadas, marcadas por inestabilidades gubernamentales, impaciencias populares, reacciones adversas, golpes de estado y guerras civiles, en contraste con los países de nuestro entorno más cercano.

“No obstante, y por contraste con lo anterior -afirmó-, el republicanismo, como ideal y movimiento, como horizonte de esperanza y como cultura política, ha tenido una larga vida. Nacido en los albores de la revolución liberal, vino a encauzar el descontento de amplios sectores sociales respecto de dos o tres grandes problemáticas. Siempre fue un combate por la ampliación de la ciudadanía y la vertebración de una nación moderna, de ciudadanos, en primer lugar; en segundo lugar, el hilo liberal republicano se entretejió con el primer socialismo en busca de la reforma social para las clases populares y obreras; en tercer lugar, lo alimentó el combate contra la hegemonía cultural católica, la búsqueda del laicismo. Fue un conjunto de ideas que daban una identidad no sólo política, y actuaba como una cosmovisión que permitía una interpretación del orden político, social e histórico”.

Duarte añadió a esa identidad republicana un último e importante dato: fue adversativa y opositora respecto a todo lo dicho pero, por encima de todo, respecto a la Monarquía. Una Monarquía, claro, nada parecida a la parlamentaria de hoy sino esas antiguas y doctrinarias. “El papel histórico del republicanismo -explicó- ha sido el de ampliar, en lo posible, los límites de lo político. Pero el español se desvanece en el exilio, que se prolonga más allá de lo esperado y se vive como un eterno desarraigo”.

El agotamiento del discurso de la Transición

Para ver reaparecer el republicanismo en España tenemos que situarnos, según el historiador, en los primeros meses del siglo XXI, ese año 2001 en que se organizaron desde el Gobierno por vez primera fastos conmemorativos con no demasiado eco. En los realizados en 2006, sin embargo, hubo según él una respuesta más significativa, “un cambio de clima”.

¿Qué motivos hay -se preguntó- tras este cambio aunque sea testimonial hacia el redescubrimiento del republicanismo?. En su opinión, tres razones sustanciales. La primera es que la izquierda española, como la europea, tuvo que rearmar su discurso tras todo lo que significa la caída del Muro de Berlín. Y en esa reflexión se recurre a los referentes del republicanismo filosófico. La segunda tiene que ver con algo coyuntural, como es la segunda legislatura de Aznar y las respuestas masivas por el Prestige o su política hacia Irak, en las que se observa la creciente aparición de símbolos republicanos. La tercera, el relevo generacional de las elites de la Transición democrática y el agotamiento -no la invalidez- del discurso sostenido hasta hoy y centrado en la vindicación de la democracia, que genera otro alternativo en la izquierda fuera del poder. Aunque Duarte piense que mientras sea sólo esa izquierda quien pretenda patrimonializar el republicanismo, no ve que la Monarquía tenga que plantearse el fin de sus días.

Dice Duarte que la democracia española no ha sabido forjar un imaginario nacional, un conjunto de símbolos que hagan sentir partícipes a los ciudadanos de la nación española de un proyecto futuro compartido. “En realidad -dice-, sólo la Monarquía había triunfado hasta hace poco. El lastre del franquismo, por ejemplo, pesaba sobre una bandera de inequívoca filiación liberal, como es la rojigualda. Llegó la selección nacional pero ¿hay otros cohesionadores?”.