Un Cela ingenuo hasta el candor; coleccionista de cartas; cariñoso, respetuoso, convincente. Decidido a que los grandes escritores obligados a exiliarse tras la Guerra Civil no cortaran de forma definitiva sus lazos con España. “Correspondencia con el exilio” reúne el intercambio epistolar, en su mayor parte inédito, entre Camilo José Cela (Iria Flavia, 1916-Madrid, 2002) y doce escritores españoles en el exilio como María Zambrano, Rafael Alberti, Américo Castro, Emilio Prados, Luis Cernuda y Jorge Guillén. Eduardo Chamorro ha prologado y editado, junto a la Fundación Camilo José Cela, el extenso volumen, que sale hoy a la venta editado por Destino.

-Reunir en este libro la correspondencia de Cela con los autores del exilio ha sido posible gracias al afán coleccionista del escritor, que guardó todas y cada una de las cartas.

-Cela tenía una neurosis intelectual que le impulsaba a conservar la memoria de todo, por pequeño que fuera el testimonio. Guardaba no sólo las cartas que recibía, sino también una copia de las que él enviaba, todo escrito a mano, incluso los telegramas que dictaba por teléfono.

-¿Cómo fue la tarea de reunir esas cartas cruzadas?

-Fue una larga labor de un año en el que la Fundación Camilo José Cela realizó un trabajo enorme. Por la gran cantidad de cartas, tuve que dejar a un lado las que trataban cuestiones triviales o detalles nimios. En total el libro reúne casi mil cartas con doce escritores.

La Fundación Camilo José Cela posee en su archivo 95.000 cartas que abarcan toda la trayectoria del autor; un “epistolario único”, según define su director, Tomás Cabanas, escrito enteramente a mano. Los autores con los que mantuvo correspondencia en el exilio fueron casi 30, pero en este libro se tuvo que dejar a un lado a algunos como Rosa Chacel, Alejandro Casona, Claudio Sánchez Albornoz y Arturo Barea.

-¿Todas las familias accedieron a la publicación?

-Dos o tres no querían y tuve que convencerle del interés de que se publicasen. Sólo los herederos de Max Aub se negaron finalmente a la reproducción.

-Quizás fuera el temor a desnudar la intimidad de los escritores en esas líneas...

-La intimidad de estas cartas es sólo literaria, aunque la distancia que padecen los escritores palpita en sus cartas. Pero en el caso de Aub, a los familiares no les resultaba conveniente para su imagen que se conociera de primera mano los intentos del literato para ganar el premio Nadal.

-Tras la lectura de las epístolas particulares de Cela, ¿mantiene uno el mismo rostro del Nobel?

-Las cartas muestran el cariño y el respeto con el que se dirige a los escritores en el exilio; los esfuerzos que hace para convencerles de que publiquen en la revista que él dirige, “Papeles de Son Armadans”. Una tarea a veces difícil porque se imprimía y distribuía bajo el régimen que les expulsó. Entendía mal el conflicto ideológico y se desenvolvía con enorme ingenuidad. Es interesante conocer a este Cela ingenuo hasta el candor, tan alejado del arrogante y cínico, que todo lo sabe, al que nos tenía más acostumbrados.

-A algunos les puede extrañar este interés de Cela, próximo al régimen franquista.

-Desde luego, este no es el lado más conocido de Cela. No hizo mucha gala de sus esfuerzos por conseguir que esas figuras clave de nuestra literatura no dejasen de publicar en España; por evitar una escisión definitiva.

-Y los escritores en el exilio, ¿nos acercan sus cartas más a ellos?

-En realidad, este volumen encierra trece libros; cada intercambio epistolar revela un ser humano distinto y una actitud diferente de entender y vivir el exilio. Personalmente, me gusta mucho la correspondencia con María Zambrano, la más cercana de todas, y la de Emilio Prados, que asombra por su franqueza y sentimentalidad. El más frío de todos, quizás, era Cernuda.

-¿Qué significó la revista “Papeles de Son Armadans”?

-La revista se publicó entre 1956 y 1979 y fue clave de la cultura española de la segunda mitad del siglo XX. Su papel fue parecido al de la Revista de Occidente o Serra D’or; todas articulaban una cultura que no era la favorita del franquismo. Cela la definió como “una sosegada esquina de la historia de España en la que los españoles de buena voluntad podemos hablar, sin gritar, y entendernos y hacernos entender”.

“Aún falta leer su obra con serenidad” -¿Queda mucho por conocer de Camilo José Cela?

-Queda leerlo con un mayor distanciamiento y serenidad. En novelas como “Viaje a la Alcarria” nos encontramos con un texto periodístico de una categoría aún no reconocida que enseñaría mucho a los estudiantes. O la lección de ternura y melancolía que nos da en “Mrs Caldwell habla con su hijo”, en contraste con la brutalidad de “La familia de Pascual Duarte”. Es una literatura que contiene una diversidad de elementos que la convierten en inabarcable; como ocurre con la de Cunqueiro y Pla.

-¿Se estudia suficiente en las facultades?

-Las facultades están a otra cosa... La enseñanza del Periodismo es un alarde de progresismo y, como tal, no puede mandar leer a Pla, Cela o Cunqueiro. Esa es la lastimosa realidad. Y es una injusticia porque el siglo XX está muy vibrante en la obra de Cela y en su correspondencia que, en muchos momentos, se convierte en mundial.