La Encuesta Nacional de Salud 2006-2007 medía por primera vez la salud mental de la población y concluía que el 22,1 por ciento de los niños entre 4 y 15 años tiene riesgo de sufrir algún problema psicológico, como trastornos del comportamiento. El estudio incluía cuestiones como si se habían encontrado tristes en los últimos siete días, si se habían sentido solos, si habían podido hacer lo que querían en su tiempo libre y si se habían sentido tratados de forma justa por sus padres.

Ricardo Fandiño y Raquel Gude, psicólogos de un centro de menores de Ourense, tratan a diario con chavales que presentan este tipo de trastornos y que han sido internados por orden judicial por cometer un delito, en su mayoría actos de violencia -principalmente agresiones en el entorno familiar- y robo.

Según Fandiño, no se trata de delincuentes habituales ni de chavales procedentes de familias desestructuradas o en riesgo de exclusión, sino de familias de clase media defuncionales. "Muchas veces un divorcio o conflictos habituales entre los padres ocasionan un profundo sufrimiento al menor, que puede desembocar en patologías graves", explica.

Según la experiencia de estos psicólogos -que el sábado impartirán una conferencia a sus colegas organizada por la Asociación de Psicoanálisis Aplicado "Gradiva" sobre cómo reconocer y tratar a estos "adolescentes en el límite"-, el delito que les ha obligado a ingresar en el centro de menores será el único que cometan a lo largo de su vida, lo que demuestra que sus problemas psicológicos son una consecuencia de su entorno.

"Cuando ingresan en el centro es que ha fallado un montón de cosas. Su internamiento ha de servir de punto de inflexión no sólo para el chico, sino para la familia, y marcar un camino distinto a seguir", manifiesta el especialista.

El problema psicológico más frecuente entre los menores que cumplen medidas judiciales en este centro es el trastorno de personalidad, que se manifiestan en una gran impulsividad, dificultad para relacionarse con sus iguales y una relación amor-odio muy intensa. Estos modos de ser no adaptativos se manifiestan cada vez a edades más tempranas, según Fandiño, que añade que la falta de un referente paterno y materno claro hace que el adolescente no sepa medir las consecuencias de sus actos y en los casos más graves, llegue incluso a delinquir.