Ha vivido por y para la diplomacia y se nota, mucho, en su amabilidad, corrección y cordialidad en el trato. Con unos vivos ojos azules que aún denotan pasión por lo que dice y hace y unas ideas muy claras, asegura que echa de menos su trabajo de 42 años "porque, al fin y al cabo, es mi vida"

- Usted, que es uno de los españoles que más tiempo ha sido embajador ante la Santa Sede, ¿cómo ve las actuales relaciones entre Estado e Iglesia?

- Siempre se han registrado altibajos a lo largo de la historia y nunca fueron del todo buenas o del todo malas. Carlos III expulsó a los jesuitas e Isabel II rompió las relaciones diplomáticas. Modernamente, hubo momentos difíciles por la ausencia de gestos o deferencias durante los trece años de gobierno de Felipe González; se pasó a un momento cálido con Aznar, y ahora vuelve a haber esa ausencia de gestos, incluso en la política interior con una crítica declarada a la Iglesia Española, con lo que se dificultan las relaciones.

- ¿Hay solución?

- Continuamente hay desencuentros en las políticas bilaterales pero los gobiernos de hoy lo pueden resolver con diálogo, entendimiento y paciencia. La vía del diálogo es importante aunque eso no significa acceder a todo lo que dice el otro si reclama prestaciones intolerables, inadmisibles o indignas.

- En su carrera le habrá tocado apagar muchos fuegos.

- Sí. Para ello se trata de comprender el punto de vista del otro, no imponer ideas maximalistas y, sobre todo, ser sincero. Aún así, unas veces se gana y otras se pierde.

- Pero la diplomacia habrá cambiado mucho desde que usted comenzó.

- Muchísimo. Cuando empecé el embajador era un centro de información, observación y decisión. Hoy depende de ministerios, incluso sin competencias internacionales. No sé qué será mejor: un diplomático que conoce el medio decidiendo o una decisión desde Madrid sin conocer.

- ¿Y qué le parece el nombramiento de embajadores políticos como Francisco Vázquez?

- No creo en embajadores políticos. A nadie se le ocurre nombrar capitán general a alguien que no sea militar. Pero su nombramiento ha apaciguado las relaciones entre ambos.