Es lo que mantuvieron en sendas entrevistas con Efe los psicólogos Emilio Meluk, autor de "Secuestro, una muerte suspendida", y Enrique Echeburúa, que ha escrito, entre otros libros, "Superar un trauma. El tratamiento de las víctimas de sucesos violentos".

"El secuestro produce un fenómeno muy particular: Enfrentarse a un secuestro es como enfrentarse a la muerte y si uno se enfrenta a la muerte tiene que hacerlo de forma transparente", según Meluk, director del Departamento de Psicología de la Universidad Nacional de Colombia.

Dedicado desde 1991 al estudio del impacto del secuestro en las víctimas y en sus familias, Meluk, que está ahora a punto de terminar un libro sobre los secuestradores, destaca la importancia que el "elemento religioso" tiene para que los cautivos sobrelleven esa experiencia traumática.

Sobre la base de su experiencia, el experto afirmó que "aquellas personas que han tenido creencias religiosas más o menos firmes previas al secuestro cuando salen lo hacen en mejores condiciones de salud mental", pero, a renglón seguido, puntualizó que con esa apreciación no quiere "hacer apología de la religión".

Durante el secuestro la religión se convierte para esas personas en un "soporte central" para superar la situación de cautiverio, pero al salir suele disminuir o incluso desaparecer, ya que el riesgo de la muerte deja de ser una amenaza cotidiana.

En el caso de la franco-colombiana Ingrid Betancourt, secuestrada por la guerrilla colombiana de las FARC hace más de seis años, Meluk llamó la atención sobre el hecho de que en sus primeras pruebas de vida "tenía un crucifijo elaborado artesanalmente con elementos de la selva colgado del cuello", y en la última, en la que se la ve muy demacrada, "lo tiene atado en la muñeca".

Enrique Echeburúa, catedrático de Psicología Clínica en la Universidad del País Vasco, disiente, en tanto que no ve como elemento determinante para superar un secuestro con las menos secuelas posibles el ser ateo, agnóstico o religioso.

Para distraerse de la posibilidad de morir y de la monotonía de las horas y de los días en cautividad tan válido es, según Echeburúa, rezar como hacer flexiones o tareas monótonas de aprendizaje. Lo importante es tener la mente ocupada.

Lo fundamental -dijo- es la estabilidad emocional y los recursos psicológicos que una persona tenga para hacer frente a situaciones de estrés. Depende, en definitiva, de su personalidad.

En este sentido, Echeburúa destacó que hay víctimas colaterales de actos terroristas que han quedado profundamente traumatizadas, mientras que otras directamente afectadas e incluso gravemente mutiladas han sido capaces de proyectarse al futuro y de crecer.

Con una personalidad "batalladora", como la de Ingrid Betancourt, se puede pronosticar que las secuelas serán menores, según Meluk.

Además de la personalidad del secuestrado, las secuelas dependerán de la actitud de los secuestradores, de la duración del secuestro y del soporte familiar y social que tenga al salir.

En el caso de Colombia, Meluk ha podido constatar además una gran diferencia de cómo superan un secuestro las personas que antes de ser capturadas tenían o no entrenamiento ante la situaciones de riesgo. Así, policías, militares, vigilantes y otros profesionales de la seguridad suelen sobrellevarlo mejor que la sociedad civil.

Meluk y Echeburúa coinciden en que, en principio, un secuestro en un lugar abierto, como la selva, ofrece mejores perspectivas para el secuestrado desde el punto de vista psicológico, pues la movilidad y el entretenimiento sensorial es mayor.

Otra cosa son los riesgos para la salud, que son muy elevados en selvas en las que es tan difícil de sobrevivir como las colombianas.

La humedad, los insectos, las enfermedades tropicales, el agua no potable o la lesmaniasis ("un parásito que se mete dentro y se come a uno vivo", en definición de Meluk) son físicamente igualmente de "torturantes" que permanecer en un espacio oscuro y reducido, ya que el estrés permanente deteriora el sistema inmunológico.

En resumen de Echeburúa, determinante para salir airoso de una situación extrema, como un secuestro, es cuidarse todo lo posible, desarrollar estrategias para pasar el tiempo, mantener la ilusión y proyectarse en el futuro.

Una vez fuera, añadió, hay que volcar toda la energía en superar el trauma, "lo que no quiere decir olvidar, porque es imposible, pero sí se debe pasar página y no quedar encadenado al pasado".

"Somos un misterio y eso -destacó Echeburúa- es fascinante, tanto por el nivel de crueldad que puede alcanzar el ser humano como por su capacidad de sobreponerse a las circunstancias, de crecer".