El trabajo colectivo de la tierra en los meses de abril y mayo, cuando se labraban las fincas y se sembraba el maíz en zonas como Mondariz, Paradanta o Condado, fue el germen de "botá-la aña", un ítem cultural que mezcla danzas y cantares tradicionales con otros componentes de raigambre secular, como el uso de las herramientas o piedras a modo de instrumentos. Esta tradición tiene diferentes manifestaciones en función del área geográfica pero "en la que confluyen casi todas es en la realización de un rito que garantiza, de un modo subyacente, la fertilidad de la tierra", señala la Asociación Cultural Trépia.

Ésta ejerció un año más de anfitriona de la fiesta de la Aña Urbana, que busca trasladar a pontevedreses y turistas una parte del espíritu alegre de la tradición, que incluye sobre todo el "baile do ramo" que realizaban los jóvenes.

Este "baile do ramo" fue el protagonista de uno de los talleres que incluyó el Aña Urbana 2017. Asimismo, también se programaron cursos de toques de leghón y baile tradicional.

Los seis grupos participantes (Pousos da Area, Trébede, Ghandainas, Escola Peis D´hos y los invitados, los pandereteiros de Traspés y Gargamala) realizaron a mediodía, coincidiendo con la apertura de la carpa de la fiesta en la plaza de España, roteiros por distintas calles y plazas.

En la carpa se exhibió una exposición del Centro Etnográfico da Terra de Montes y la Aña Urbana se despidió finalmente con un serán.