El camino que conduce a la casa de Dolores Peón en el lugar de Acevedo, Pontesampaio, está bordeado por una viña negra con las hojas muertas. Las mariposas tienen las alas oscuras. Dolores es una mujer de 73 años. No sabe leer ni escribir. Vive sola. Tiene una enfermedad de corazón. Por eso, explica, necesita ayuda para poder solicitar las compensaciones allí donde haya que solicitarlas. Y no la ha recibido.

Una lengua de fuego pasó por encima de su casa, que pese a todo resistió, mientras Dolores veía las llamas desde la lejanía, gracias a que unos vecinos le recomendaron desalojar la vivienda. Perdió dos galpones y un buen mordisco de finca por la voracidad del incendio. "Me arruiné por completo. Me hizo un daño que, para repararlo, no me llegan 100.000 euros ¿y dónde los tengo? ¿Dónde? Que solo tengo una pensión de 400 euros".

Ahora vuelve a estar en casa, en el número 35, que repite uno y otra vez como si quisiera hacer saber que allí es donde hace falta la ayuda. "Eso venía como un volcán, tuvimos que escapar", recuerda al hablar de los hechos.

"Yo trabajaba en la viña, la podaba, aunque ahora ya no puedo sulfatarla". No puede hacerlo porque su arritmia se lo impide. "El día del incendio se me puso un peso en el corazón" dice asustada. Al caminar por la finca ennegrecida respira con dificultad, cansada, aunque deseosa de mostrar cada rincón arrasado por el fuego.