Las Ruinas de Santo Domingo reabrieron ayer sus puertas después de 3 años de obras de consolidación y rehabilitación, iniciadas a raíz del desprendimiento de un capitel en agosto de 2013. Una vez más, desde el mismo momento en que se permitió el acceso decenas de turistas se fotografiaron en el recinto gótico, que revalida así su posición de privilegio como uno de los espacios monumentales más visitados de Pontevedra.

La idea de la institución cultural es que esta puesta en marcha, sumada a la de los edificios centrales, logre que en un futuro cercano el Museo alcance los 200.000 visitantes, según avanzó el director, Carlos Valle.

Éste acompañó ayer al diputado provincial de Cultura, Xosé Leal, en la visita inaugural, en la que se recordó que las Ruinas son la cuna de la institución cultural y fueron declaradas Monumento Nacional (el primero en la provincia de Pontevedra) en 1895, "en pie de igualdad con la Colegiata do Sar de Santiago", recordó Carlos Valle.

El responsable del Museo detalló que tras la caída del capitel se realizó un análisis minucioso de la situación del edificio para averiguar las causas del accidente. Una vez recibido el informe de la Comisión de Patrimonio, la Diputación contrató la intervención a la empresa A Citania, una mejora que transcurrió de forma "lenta", según Carlos Valle

En esa primera fase se acometieron trabajos de retirada de vegetación y consolidación de juntas para evitar filtraciones de agua que pudiesen deteriorar las fachadas.

"Durante esa intervención", añadió el director del Museo, "se detectó que los elementos del rosetón tenían desajustes que invitaban a pensar que podía haber desprendimientos", de modo que se acometió una segunda fase de las obras, en este caso adjudicadas a Construcciones Abal.

El rosetón es precisamente una de las piezas no originales del monumento y que fueron en su día reubicadas en él tras ser rescatadas por la Sociedad Arqueológica. Y es que, como recordaron ayer los responsables de la institución cultural, las Ruinas de Santo Domingo son la sede más antigua del Museo y el primer emplazamiento de joyas que ahora exhibe la institución en el Sexto Edificio, caso de la colección de miliarios.