Un desgraciado accidente provocó que Luisa Novás Montes perdiese el bebé que esperaba en la recta final del embarazo. "Ahí empieza la historia de que San Julián llegase a mi casa", explica María Luisa Rodríguez Novás, segunda hija del matrimonio, "mis padres se habían casado jóvenes, mi madre se queda en estado y se cae desde una escalera cuando estaba limpiando una lámpara o algo así; como resultado estuvo siete años sin hijos".

Luisa Novás Montes había contraído matrimonio con José Rodríguez Dios, un conocido procurador en los tribunales que tenía su despacho en la actual plaza de España, y la pareja residía en una hermosa casa con patín situada a pocos metros, en la esquina con la calle Herreros.

La joven visita en los años siguientes a los mejores ginecólogos de la época y uno tras otro le repiten el diagnóstico de que ya no podrá ser madre como consecuencia de las secuelas del aborto.

"Pasados siete años un prohombre de aquí de Pontevedra", continúa relatando su hija, "se muere y hereda todo la muchacha que tenía en casa, entre otros bienes a San Julián, al que metió en un gallinero y se puede imaginar como estaba el pobrecito santo".

San Julián era el patrón de los llamados "zapateros de portal", que decidieron rescatar la imagen. "Lo pasearon por toda Pontevedra a ver si alguien lo quería, y ninguna de las casas nobles de la ciudad lo quiso, hasta que llegaron al despacho de mi padre contando lo que les pasaba, que su patrono estaba hecho una pena".

José Rodríguez Dios consultó a su esposa, que no dudó en aceptar al santo en su casa. "¿San Julián? Que suba", cuentan que respondió de inmediato la joven, y momentos después los ayudantes del procurador trasladaban la imagen por la escalera labrada en piedra de la casa familiar.

Corría el año 1925 y la pareja convirtió a San Julián en el hijo que no tenían, de modo que le destinaron una habitación de la que solo salía para el Corpus.

Tampoco lo tocaba otra persona "que no fuese mi madre" y "se volcaron en él, tenían un arca alargada de palosanto con dos pisos, en el de arriba dormía el santo después del Corpus y en el de abajo estaba toda la plata".

Y es que San Julián se acompaña cada año en la procesión del Corpus de un valioso ajuar. Incluye la palma que lo identifica como mártir, un pajarito (de ahí el dicho popular de "San Xulián o do paxariño na man"), una espada y la cruz, amén de los trajes, a la cabeza el granate con el que llegó a la casa familiar de los Rodríguez Novás.

En los años pares, San Julián sale en la procesión del Corpus con ese traje del siglo XIX, que se cambia por otro azul cuando el desfile religioso parte de la basílica de Santa María.

Al año siguiente de que la imagen llegase a la vivienda "nació mi hermano, así que si alguien quiere milagros que pregunte", afirma entre carcajadas María Luisa Rodríguez Novás, "porque a mi madre desde Varela Radío a los más destacados ginecólogos le habían dicho que no podría tener hijos".

Puntualmente, cada dos años Luisa Novás fue alumbrando otros cuatro hijos, otro varón y tres chicas. Cuentan quienes la conocían que solía decir "tuve cinco hijos, seis con San Julián".

"Yo siempre saqué la conclusión de que no fue que las casas nobles no quisieran recibir al santo, es que San Julián venía a la casa de mis padres y por eso no entró en ninguna otra", asegura convencida la hija del matrimonio, que insiste en que "son demasiadas casualidades, demasiadas, esa conclusión la he sacado yo meditando, es que no cuadra que esa gente tan buena que había en Pontevedra, de tanta categoría, cómo no iban a recibir al santo, mi madre se regodeaba contándolo, que no lo querían, pero eso no pudo ser así, en realidad era que San Julián quería venir a nuestra casa".

Hasta su muerte, Luisa Novás Montes cuidó con mimo cada detalle de los trajes y el ajuar del santo y supervisaba personalmente todos los preparativos para su salida en el desfile del Corpus.

"Ella lo vestía el día antes y el día del Corpus a primera hora ya aparecían aquí los gaiteiros y las mismas cuatro personas que durante tantos años lo portaron en la procesión", detalla María Luisa Rodríguez Novás, que toda su infancia compartió casa con la imagen.

Los hijos del matrimonio heredaron el cariño por el santo, hasta el punto de que el primogénito, José Rodríguez Novás, residía en Estados Unidos pero regresaba puntualmente cada año a Pontevedra para acompañar a su simbólico hermano en el desfile del Corpus.

Fallecida Luisa Novás Montes, la familia agradece al Museo su apoyo en la protección de la imagen. "Todos los años", indica María Luisa Rodríguez, la institución cultural "ha respondido como un solo hombre para custodiar al santo" que un día escogió a Luisa Novás Montes: se dice que los malos tiempos traen a los mejores amigos.