Nueve vueltas a la ermita, nueve piedras al tejado y a esperar. Tomeza celebró su peculiar romería en la que los devotos de San Cibrán repiten año tras año esas instrucciones con las que confían en librarse del "meigallo" durante todo un año o ver cumplido alguno de sus deseos. Toda una tradición que ayer, pese a la amenaza de las precipitaciones, volvió a congregar a decenas de vecinos de la parroquia y también de visitantes en el monte Lusquiños.

La habitualmente solitaria iglesia se vio rodeada ayer por los fieles que a lo largo de la mañana empezaron con el ritual: completar el perímetro del templo en el sentido inverso a las agujas del reloj y, en cada vuelta, lanzar de espaldas una pequeña piedra al tejado. Dicen que si no cae, la petición se cumplirá. Para afianzar las posibilidades, luego se tendría que pasar por debajo de la imagen del santo. Así lo hicieron niños, jóvenes, adultos y ancianos antes de que comenzase la procesión. En esta jornada de costumbres, también hubo quien acarició a San Cibrán con los bendecidos ramos de hierbas aromáticas.

Fe con apetito

Sin embargo, al igual que la mayoría, esta romería tampoco vive solo de la fe. Así que la explanada de la iglesia también reservó espacio para una carpa en la que los asistentes pudieron degustar pulpo, atracciones para el público infantil o los habituales puestos de productos típicos de estas fechas.

Las bombas de palenque, la música, el baile, las rosquillas y el churrasco se dieron también cita en esta romería. Los organizadores habían instalado varias carpas en previsión de la lluvia que, si bien se mantuvo al margen durante la procesión, sí apareció a lo largo de la jornada.

Las actuaciones del grupo Os Canteiros de Tomeza y las pandereteiras As Estreliñas de la parroquia, Os Chaneiros de Marín y, ya por la noche, la verbena, pusieron la nota musical a una jornada que arrancó a las nueve de la mañana. El programa religioso comenzó entonces, ofreciendo misas cada hora, hasta mediodía, cuando se celebró el oficio solemne.