Por una maravillosa vez, la realidad se parece a las películas de Cuerda: un alcalde, teniendo en cuenta "los comentarios sostenidos en más de una ocasión con miembros de la Junta Municipal de la Educación con numerosos vecinos de la Corporación" que, a su vez, habían leído las opiniones del "culto farmacéutico de Murcia Julio Tortosa", acuerda en pleno proclamar el "reconocimiento de Colón como español".

Y para que conste, se incluye el tema en las sesiones plenarias de los años 1955 y 1957.

La anécdota, rescatada por la escritora coruñesa Josefina López de Serantes, sucedió en el municipio almeriense de Líjar y empezó a gestarse hace aproximadamente setenta años, cuando los vecinos tienen conocimiento de los trabajos de investigación de Julio Tortosa.

Tras leer sus estudios en los que defendía el origen gallego de Colón y mantener "reuniones particulares y en las Escuelas Nacionales" con los maestros que habían tenido conocimiento de la tesis, los vecinos comentan con la Junta Municipal de Educación la conveniencia de defender políticamente el tema.

O al menos así se hace constar en el acta del 14 de septiembre de 1955: convencidos de que Julio Tortosa "demuestra plenamente" la tesis española, "propone a la Corporación interpretando el sentir de todos los comentarios entredichos, que se declare en esta sesión nuestra más firme convicción de que Colón fue siempre español".

Eso se demuestra a juicio de los integrantes de la Corporación "en los ya referidos trabajos del sr Tortosa". Con todo, para "el mayor abundamiento", los concejales añaden de su parte y así se hace constar en el acta "la actitud españolísima de aquel insigne marino que descubrió por y para España el Nuevo Mundo".

Y ya llegados a América se arrancan: "... el Nuevo Mundo sobre quien proyectó nuestra Patria todo su ser como una verdadera madre entregándole por encima de todo una fe y la única razón de toda la existencia".

Después de una amplia discusión y deliberación, acuerdan "aprobar todo lo anteriormente expuesto por el señor alcalde presidente, Manuel Pérez Martínez, acordándose al mismo tiempo que libre certificación de este particular y se remita al Sr. Tortosa a los efectos procedentes y a su vez le sierva de felicitación y ánimo en la honrosa y española empresa que le ocupa".

Lejos de ser olvidada, la ilusión por la tesis coloniana se mantuvo Lijas y en 1986 Josefina López de Serantes recibió el certificado del entonces alcalde de la localidad almeriense sobre la existencia de la citada acta.

Más aún, el regidor le adjunta el documento "sobre si Colón era español y gallego" y se ofrece a ponerla en contacto con el farmacéutico. De nuevo, la red social vecinal está operativa: "Según nuestras referencias", añade en esta carta el alcalde, "por conocimiento de vecinos de esta localidad el mencionado sr Tortosa aún vive, por lo cual nosotros podríamos ponernos en contacto con éste si en alguna consulta usted lo necesitara".

Transmite a la escritora la "mayor felicitación" de los vecinos "por la labor que está realizando y que ésta sea del interés para todos aquellos que valoran a nuestro más ilustre descubridor Cristóbal Colón".

Y es que una vez convencidos de una idea no son los vecinos de este pueblo amigos de olvidar: en 1883, y después de que el rey español fuese insultado y apedreado en París por ciudadanos franceses, decidió declararle la guerra al país vecino. En el bando el alcalde hace constar que "solamente una mujer bieja (sic) y achacosa, pero hija de España, degolló por sí sola a 32 franceses que se albergaron, cuando la invasión del año ocho, en su casa. Que este solo ejemplo basta y sobra para que sepan los habitantes del territorio francés que el pueblo de Líjar, compuesto únicamente de 300 hogares y 600 hombres útiles, está dispuesto a declararle la guerra a toda la Francia, computando por cada diez mil franceses un habitante de esta villa".

El conflicto bélico incruento se mantuvo hasta 1983, cuando los cónsules franceses y la corporación firmaron la paz en la plaza de la villa. Líjar lo celebró con fiesta y placas conmemorativas, una de ellas en honor al alcalde Miguel García Sáez que en 1883 firmó la declaración de guerra.