La madera gallega busca fórmulas que le permitan acceder a un sello de calidad para competir en igualdad de condiciones con otros productores de esta materia prima en el mundo y evitar quedarse fuera del mercado europeo, en donde esta marca calidad FSC es imprescindible.

Pese a representar el 50% de la producción forestal de toda España –lo que le convierte en una de las principales potencias mundiales en producción de madera–, en Galicia, a diferencia de la mayor parte de los territorios europeos, los montes todavía no cuentan con este sello de calidad internacional que acredita oficialmente que una explotación mantiene unos estándares gestión forestal sostenible.

Esta situación es debido, en gran parte, a las características del monte gallego. La propiedad tiene un carácter eminentemente minifundista (concretamente el 80% del total) y el acceso a dicho sello es realmente complicado para los pequeños propietarios, frente a las grandes superficies del resto de Europa.

Para hacer frente a esta realidad, la Escuela de Ingeniería Forestal de Pontevedra de la Universidad de Vigo acoge estos días por primera vez en España el tercer encuentro de la FSC Network of European Smallholders, en donde un grupo de expertos de diez nacionalidades (entre las que se encuentran Reino Unido, Portugal, Finlandia o Suecia) intentan buscar fórmulas que faciliten el acceso de los pequeños propietarios a este certificado.

La iniciativa ha suscitado el interés de numerosos propietarios, comunidades de montes y empresas relacionadas con el sector forestal (que tiene una importancia clave en comarcas como Pontevedra). Y es que según advierte el profesor de la Universidad de Vigo, Juan Picos, no contar con este sello de calidad puede implicar quedarse fuera del mercado europeo. O todavía peor, que las empresas gallegas que utilizan la madera como materia prima tengan que comprarla a otros países dejando de lado el producto de su comunidad, si quieren exportar sus manufacturas a otros países en donde el sello FSC es obligatorio. Y es que "cada vez más consumidores exigen que los muebles o el papel que compran provengan de fuentes justas, conocidas y sostenibles", que es lo que garantiza el sello. Hay competidores voraces como Brasil, China o Rusia al acecho.

Durante estas jornadas varios expertos explicaron casos prácticos de productores del norte de Galicia que ya han suscrito con éxito planes de gestión conjuntos para obtener este certificado.