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Ourense no es para los escépticos

La provincia esconde pequeños tesoros desconocidos para la mayoría, desde pozas hasta playas fluviales, pasando por cascadas

Paso del río Barbantiño. // Iñaki Osorio

Ya nadie podrá sacar la muletilla de que Ourense, una vez conocida, "es muy aburrida". Decía el escritor norteamericano Henry Miller que "nuestro destino nunca es un lugar, sino una nueva forma de ver las cosas", y, en este caso, la frase se ajusta más que nunca, ya que, sin salir de las fronteras de esta provincia gallega, podremos disfrutar de su verdadera esencia con otros ojos, la cuestión es dónde.

1. Pozas de Melón

El río Cerves, en su vertiginoso descenso, llena estas pozas del concello de Melón, perteneciente a la comarca de O Ribeiro. Si el tiempo acompaña, una buena opción para desconectar del mundanal ruido es darse un chapuzón en lo que son unas verdaderas piscinas naturales al abrigo de la naturaleza.

El acceso más fácil al lugar es desde A Freixa, donde cruza el Cerves con la carretera, exactamente en el kilómetro 605 de la antigua N-120. Desde aquí, para más inri, se podrán contemplar tres puentes del siglo XX. Además, antes del embalse, se encuentran los últimos restos de un puente de la Edad Media, casi destruido ahora por las avalanchas de agua que fue sufriendo a lo largo de la historia, a raíz de la erosión de la zona por parte de los incendios.

Se puede dejar el coche en los alrededores de la zona y hay un área recreativa.

2. Pasarelas del río Mao

A 10 minutos en coche desde los Balcones de Madrid (Cañóns do Sil), se encuentran las pasarelas del río Mao, caviar para los amantes de la naturaleza pura, la de la Ribeira Sacra, y del senderismo. Se trata de una construcción de madera suspendida sobre el agua y que va acariciando una de sus orillas. La mayoría del recorrido es liso, aunque hay tramos de escaleras para salvar las diferencias de altura.

Hay diferentes posibilidades para comenzar la ruta fluvial, aunque lo más habitual es que dé comienzo en la Fábrica de la Luz, ahora un albergue turístico y área de exposiciones. Durante el paseo, se podrá gozar de pequeñas cascadas. En el punto en el que el Mao desemboca en el Río Sil, toma el relevo a las pasarelas un camino de tierra que permite estar a pie del agua. La totalidad del trayecto suma alrededor de 3 kilómetros, de los cuales cerca de 1 pisa madera. Y, se puede escoger entre dos opciones para regresar: hacer un rodeo por el pueblo o, simplemente, dar media vuelta por el mismo lugar.

Lo más impactante del lugar, amén del verde que pinta las vistas, es, sin duda, el silencio y el sosiego que se respira de cabo a rabo, difícil de encontrar.

Hay zonas en los márgenes del atractivo turístico para poder dejar los vehículos.

3. Playa fluvial de Vilariño

La playa de agua dulce de Vilariño de Conso, abrigada por una extensión de césped, se llena con el Río Cenza. En el lugar, hay una piscina infantil y otra para los adultos, además de una zona recreativa con merendero e iluminación.

4. Cascada del Barbantiño

La Cascada del Río Barbantiño o, para algunos, la Cascada del Cachón, luce entre los concellos de Maside y Amoeiro. Tiene un salto de más de 10 metros que hace que se produzcan unas imágenes espectaculares, sobre todo cuando llueve. La ruta más aconsejable es la que se inicia desde O Bañiño, en A Forxa, para, después, trazar 7 kilómetros hasta llegar al puente de San Fiz.

Se pueden visitar, asimismo, los molinos de agua reconstruidos, los llamados Muíños das Penas. El broche final lo pone el puente metálico que cruza el río y encara la cascada, un regalo para la vista.

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