El entorno del monasterio de San Estevo de Ribas de Sil, ubicado en plena Ribeira Sacra, para la que se ha solicitado la declaración de Patrimonio de la Humanidad, -el "Sil Canyon"-, como la definía el propio Manuel Baltar en su intento de venta en inglés de la "marca Ourense" a sus interlocutores americanos, fue el lugar elegido para esta despedida, en la que lucieron durante todo el acto las banderas española, americana, gallega y la de Ourense y en la que sonaron los himnos de ambos países, pero, eso sí, al ritmo de los sones de la Real Banda de Gaitas de la Diputación.

Un mestizaje cultural y musical en el que los visitantes no cesaron de alabar la belleza y entorno del monasterio, todo un alarde para la primera potencia del mundo, cuya indudable juventud hace que una casa de poco más de 300 años sea allí patrimonio nacional. El monasterio de Ribas de Sil tiene más de once siglos de historia bajo sus piedras. Cosas de la vieja Europa.

En este entorno de símbolos y complaces para atraer al "amigo americano" la estrella muda fue la gastronomía local. Una delicia en la que el "embajador" fue el pulpo, cocido en "caldeiro" de cobre, la empanada, el vino y no faltó la paella, valenciana, sí, pero que fascina a los americanos.