La procesión de la Virgen de Fátima volvió a repetir ayer el "milagro" de la participación. La ciudad de Ourense fue el punto de destino de miles de fieles llegados de toda la provincia y de otros puntos de Galicia -más de 40.000 según Policía Local y organizadores - que asistieron a una de las citas procesionales de devoción mariana más multitudinarias de la diócesis.

Un reguero de fieles comenzó a llegar ayer a la ciudad, desde últimas horas de la tarde de ayer, para cerrar nueve días de novena y misas en el santuario de la Virgen de Fátima, en la parroquia que lleva su nombre, en el barrio de O Couto y participar en la llamada "procesión de las antorchas", por las velas encendidas que portaban cada uno de los fieles y "procesión de los transistores", el que llevan muchos fieles para poder escuchar la misa radiada desde el exterior, al no tener capacidad suficiente la Catedral, donde se oficia la misa, para acoger al multitudinario gentío.

Este año, según destacó el párroco de Fátima, César González, "hubo todavía mayor número de fieles, al coincidir el 13 de mayo en viernes, fin de jornada laboral pues la misa y procesión rematan pasada las 1 de la madrugada, y con mayor presencia de niños al no tener que trabajar o asistir a clases al día siguiente".

Desde primeras horas de la mañana de ayer, más de 200 voluntarios de la parroquia participaron en la organización de esta marcha procesional que, tras conseguir disipar la amenaza de lluvia, partió a las 22.45 horas de ayer del santuario de Fátima en O Couto, y discurrió, gracias al corte de tráfico eventual realizado por la Policía Local en el casco urbano, hasta la Catedral de Ourense.

Esa serpentina de luz integrada por los más de 40.000 fieles participantes, portando velas encendidas, dibujó en algún momento según fuentes de la Policía Local una cola de 1,5 kilómetros por el trazado urbano.

La procesión, presidida por la imagen mariana en un carro engalanado de flores, atravesó la calle de Ervedelo en O Couto, continuó por Progreso, Cruz Roja, Lamas Carvajal y Santa Eufemia hasta la Catedral de Ourense, a donde llegó ya rondando la medianoche.

A esa hora dio comienzo la misa oficiada por el obispo, Leonardo Lemos Montanet y concelebrada por muchos de los sacerdotes de la diócesis.

En el llamado Año de la Misericordia para la iglesia, el prelado de la diócesis optó por la brevedad y decidió no llevar un largo escrito preparado, "pues son muchas miles de personas las que esperan dentro y fuera de la catedral, que llevan una hora caminando acompañando a la Virgen, y luego deben aguardar a que rematemos", consideró. Por eso en su breve homilía relacionó la imagen de la virgen como "señora y dadora de la misericordia", y alentó a los fieles que acuden "cada año de esta forma multitudinaria a su llamada", con una de las frases que recuperó de las que dijo la Virgen en sus apariciones en Cova de Iría, que dieron lugar al nacimiento de esta advocación de Fátima: "y al final triunfará mi inmaculado corazón" con el que quiso lanzar además un mensaje de esperanza a los fieles que acuden a ella en momentos de especial adversidad.

Rematada la homilía, la imagen mariana enfiló el regreso a su santuario en O Couto, acompañada aún por cientos de fieles, muchos de ellos vecinos de este barrio, que consagró su ahora célebre santuario hace 54 años.