Dos "caldeiros" de cobre para cocer el "pulpo á feria" llenos de ideas y sendos "peliqueiros" tañendo con su fusta y sus chocas las señas de la propia identidad presidieron ayer el escenario de la gala de clausura de la XIV edición del festival de cine de Ourense, el Ourense Film Festival, que comenzó hace siete días bajo el lema común de la diversidad cultural y remató con una declaración de intenciones. Miguel de Lira, Premio al Mejor Actor, pidió a voz en grito "máis cine galego e feito en galego".

"Esta es la gala en la que el festival cumple los 14 años; sigue siendo una niña, pero ha perdido la inocencia", indicó el director del festival, Enrique Nicanor, "y es hora de unirnos todos y remar en la misma dirección para que este festival crezca y salga adelante".

Un público integrado mayoritariamente por representantes de la clase política, con el conselleiro de Educación, Jesús Vázquez, el vicepresidente del Parlamento de Galicia, José Manuel Baltar, así como numerosos cargos de la política local, fue compensado en lo audiovisual con un elenco inferior en número de mundo del cine, pero espídicos, que salpicaron de "gags la gala conducida, por cierto con claro desparpajo pese a su juventud, por la actriz de Pradolongo Tamara Canosa y el director del Ouff.

El jurado tomó el escenario para ir haciendo entrega de los premios y en ocasiones recibiéndolos también en nombre de los premiados. El concejal de Cultura de Vigo, Jesús López Carreira, fue el encargado de hacer entrega del premio "Cidade de Vigo" al mejor corto, que recayó en "La promesa", de Anders Osterballe (Dinamarca). Una ciudad, Vigo, que sonó dos veces en el escenario del Ouff cuando subió al estrado Jorge Morais, vigués de Torrecedeira, como él mismo reconoció ganador del Gran Premio del Eixo Atlántico a la mejor película por "O pintor de ceos", su primer trabajo de animación por el que acumula ya 27 premios internacionales.

Hubo guiños a la hospitalidad, como cuando el holandés Arno Dierickx, Premio al Mejor Director por "Hermanos de sangre", se abrazó a Óscar Iglesias, traductor del Ouff y un icono ya de este certamen, "por irme traduciendo al oído para poder entender una película en chino con subtítulos en gallego".

La ceremonia, marcada por la sobriedad y la buscada complicidad con el público y con aquellos que deben apostar porque el festival crezca, tuvo esa foto final de familia símbolo de una apuesta común por la cultura. en este caso la audiovisual, como arte y negocio al margen de logotipos políticos.