"Es un ritual que se repite desde hace siglos practicamente sin más novedades que el cambio de bailarines, pero yo no falto nunca porque es una tradición que no debe morir", explicaba Carmen ayer por la tarde entre la comitiva que seguía las evoluciones de los diez galanes, cinco damas y un guía que, al son de la gaita y el tambor, ejecutaban la tradicional danza de San Sebastián en el Torreiro, la plazoleta a la que miran la iglesia y el pazo del condado. La acompañaba su hija y otros allegados, algunos de los cuales ya habían asistido a la concurrida ceremonia del mediodía en el atrio tras la misa solemne y la procesión, y repetirían a continuación en la alameda, junto con decenas de incondicionales.

Las "novedades" de las que hablaba Carmen son tres damas y un galán que se estrenaron ayer en estas lides, luciendo por primera vez en público su característica vestimenta. Ellos, con impecable traje, sombrero y banda en el pecho. Ellas, con largas faldas blancas, numerosos broches y el elaborado y colorista sombrero engalanado de flores y del que cuelgan largas cintas de colores que hacen las delicias de espectadores y fotógrafos, entregados en buscar el mejor ángulo para sus instantáneas en una soleada jornada que comenzó a media mañana con el último ensayo general en el colegio de Espiñeira, pues la asociación que promueve la danza trabaja para incubarla en los colegios desde la infancia y garantizar así su continuidad. La víspera, el ensayo fue en el Sagrada Familia, y alumnos de ambos centros realizaron ayer trabajos literarios y gráficos sobre el terreno, a pie de los danzantes.

La danza tiene los pasos bien marcados y se sigue a rajatabla. Tras la procesión, un minuto antes de la una y media estallaron en el cielo los fuegos de artificio, y, al ritmo de la gaita y el tamboril y bajo las indicaciones del guía, los artífices partieron desde la fachada de la iglesia, avanzando de espaldas y siempre dando la cara a las tallas de San Sebastián y la Virgen del Carmen. Tras rodear el templo se pararon ante las imágenes en la fachada occidental de la iglesia para realizar el baile, que comienza con las cinco damas en medio de los diez galanes, intercambiándose luego las posiciones en una sucesión coreográfica que fue seguida, entre otros, por el alcalde de Cangas, Xosé Manuel Pazos, y las concejalas Mercedes Giráldez y Tania Castro. Las castañuelas que hacen sonar los galanes son un elemento importante en la musicalidad de toda la escena, que va ganando en ritmo y culmina con una muiñeira. Pasadas las dos de la tarde, los fuegos de artificio y el repicar de campanas dieron fe de que el acto central había terminada y las imágenes religiosas regresaron al interior de la iglesia, aunque la ceremonia se repetiría por la tarde en el entorno, ya sin ellas.

También como cada año, un ejército de profesionales y aficionados a la fotografía y el vídeo, armados con cámaras, se prodigaron sobre el atrio parroquial y el Torreiro para inmortalizar el evento y continuó al finalizar con las fotos de familia o la de los asistentes en compañía de damas y galanes, que posaron con paciencia con los solicitantes. Los debutantes se llevaron los mayores aplausos y también fueron los más solicitados a la hora de posar. Ellas sobre todo, en parte por el colorido y vistosidad de sus sombreros floreados que se disputaron las instantáneas.

La Asociación Cultural San Sebastián cree que esta secular tradición goza de buena salud y el relevo generacional está garantizado. De hecho, en los dos últimos años se han producido ocho incorporaciones y la amplia lista de espera indica "que hay cantera", señalan desde el colectivo, satisfechos por el presente y el futuro de la danza.