Han tenido que pasar casi 10 meses para que todas las bateas de la comarca de O Morrazo estén de nuevo abiertas. Una apertura que en el caso de la ría de Aldán y de Bueu llega tarde. Tarde porque ya han pasado las fechas de la campaña navideña, que es la de mayor demanda y movimiento. Algunos productores han podido salvar en parte el año gracias a que justo en la última semana de 2015 abrió uno el más pequeño de los polígonos bateeiros de Bueu, con menos de una treintena de viveros flotantes. Sin embargo esa no es la peor noticia para los productores con bateas en Bueu. Los temores que se empezaban a apuntar a finales de 2016 se han confirmado ya plenamente: durante los últimos meses se ha registrado un desprendimiento masivo del mejillón que estaba en las cuerdas. Una pérdida de producción que algunas de las voces más veteranas y autorizadas en el puerto de Bueu cifran en el entorno del 50%.

"Estoy a punto de cumplir 32 años trabajando en este sector y puedo asegurar que jamás he visto algo como lo de este año: es desastroso", aseguran las fuentes consultadas. Y ponen incluso ejemplos para ilustrarlo. "Está el caso de un mejillonero que cuenta con 17 bateas y que este año sacará apenas 100.000 kilos, cuando lo normal sería rondar los 500.000 kilos", ponen a modo de ejemplo.

Las razones que explican esta pérdida de la cosecha que estaba en las cuerdas de la batea son variadas, pero principalmente se apuntan dos. La primera, aunque a priori pueda resultar sorprendente, es la ausencia de temporales y de mares de fondo. "Es muy sencillo de explicar: con las llamadas calmas chichas el mejillón tiende a relajarse en la cuerda y cuando llegan un par de días como un poco de mar, como no tiene fuerza, se acaba desprendiendo", cuenta a su vez otro veterano bateeiro. Por eso, aunque los vientos del norte son bienvenidos porque contribuyen a limpiar la ría de toxinas, "también necesitamos los del sur, que son los que hacen que el mar se mueva y se oxigene", apuntan.

Esta primera argumentación es aceptada, pero con algunos matices. "En el caso de la ría de Aldán, que está al lado, tampoco hubo temporales y no se ha producido esa caída de mejillón. En más de 30 años en el sector, y viviendo también otros años de diez meses de cierre por culpa de la toxina, no se había visto algo así", cuentan otros profesionales. Por eso entienden que han concurrido otras causas adicionales. Una de ellas es la presencia de una anémona, que se infiltró en las cuerdas de las bateas y que lo que hace es matar la raíz del mejillón, causando su desprendimiento. La otra razón que apuntan es que durante el verano se fijó una enorme cantidad de cría en esas cuerdas, que se unió a la cosecha del año, que no se podía extraer debido a la situación de cierre prolongado. "Al final ese mejillón abafó y buena parte se cayó", apuntan. Los únicos que pudieron salvar en parte esta problemática fueron los bateeiros que durante los meses de agosto y septiembre decidieron reparcar parte de la producción y trasladarla en bolsas.

Los últimos polígonos en recibir la autorización de apertura en O Morrazo fueron el Cangas F, en Barra, que abrió el 5 de enero; el Bueu A1, entre Agrelo y Lapamán, que también abrió el 5 de enero; el Bueu A2, situado en este mismo entorno, que abrió el martes 10 de enero y que llevaba cerrado desde mediados de marzo; y finalmente el Cangas A, en la ría de Aldán, que abrió el jueves. La situación vivida este año en Bueu vuelve a poner encima de la mesa una problemática que no deja de repetirse en los últimos ejercicios. Si hace apenas una década la toxina suponía cierres que de alrededor medio año, ahora esos cierres rara vez bajan de los diez meses. "Un bateeiro con bateas en Bueu sabe que tiene un mejillón de excelente calidad y del mejor tamaño. Pero también tiene que saber que esta zona va a ser el primer sitio en cerrar, algo que va a pasar entre el 15 y el 30 de marzo, y será el último lugar en abrir", afirman.

La solución a priori no parece fácil ya que es imposible controlar la entrada de biotoxinas, que al fin y al cabo están en el fitoplacton del que se alimenta el molusco y que contribuyen a su crecimiento. Una de las alternativas es la implicación de la Administración, a la que se le pide un papel más activo a la hora de buscar fórmulas de ayuda para el sector. Ayudas que en este caso no significan subvenciones económicas, sino arbitrar la posibilidad de trasladar una parte de la producción a otras zonas limpias de toxina para que el mejillón depure. "La Consellería do Mar debería autorizar que en situaciones prolongadas de cierre, por ejemplo a partir de seis meses, se puedan realizar estos traslados controlados y vigilados. Está comprobado que en apenas un mes el mejillón estaría limpio", afirman.

Esta opción sería plenamente viable, pero el problema, tal como reconocen con resignación los mejilloneros, es otro: la tradicional y prácticamente irremediable división entre el sector bateeiro. Los productores de otras zonas no verían con buenos ojos esa posibilidad, que sería una nueva forma de competencia. Dicho de otro modo, la hambre de unos significa la abundancia para otros. "Si lugares como Bueu o Aldán están cerrados durante tanto tiempo significa que en otras rías pueden estar vendiendo prácticamente todo el año un mejillón que a lo mejor en otras circunstancias no podría competir con el nuestro", apuntan.