La materialización de esas esperanzas dependerán de dos factores. El primero y más evidente es que la toxina acabe realmente desapareciendo. El segundo está relacionado con los efectos del primer temporal de la temporada. "Este ha sido un año de un mar muy calmo, apenas hubo mal tiempo. Hay que ver si este primer temporal no provoca desprendimiento importante del mejillón que está fijado en las cuerdas de la batea", apuntan veteranos bateeiros de Bueu.

La toxina obligó a cerrar dos zonas de marisqueo en el fondo de la ría, algo inusual a estas alturas del año, pero ya abrieron a finales de semana.