Los hermanos franciscanos tienen hoy internet y teléfono móvil, pero mantienen en sus modos y maneras esa austeridad de la que hace gala la orden franciscana. Miguel Ángel Barreiro Otero entró en el convento con 12 años. Sus padres se vieron obligados a ceder a los deseos de su hijo, que sostiene que con esa edad ya tenía muy clara su vocación. "Cuando llegué al seminario menor sabía lo que quería y poco a poco uno se va afianzando en sus convicciones". Miguel Ángel Barreiro salió del anonimato al aceptar la petición de las cofradías de Cangas para que fuese el pregonero de la Semana Santa de este año. Como vecino no se podía negar ante ese privilegio, pero a él le gusta estar fuera de los focos, vivir de su trabajo y de la oración, como cualquier otro franciscano del mundo. Recuerda que el espíritu de San Francisco es la fraternidad con la naturaleza, incluso con lo inanimado, como "el hermano sol y la hermana luna". El hábito de monje franciscano no impide navegar por internet ni estar conectado a través de teléfono móvil. Hay que aprovechar todas las herramientas para estar cerca del mundo. Las nuevas tecnologías las combinan perfectamente con las tradiciones de toda la vida: cultivan un huerto y viven de las limosnas, de ello depende su salario.

La sombra del BIC aún es alargada. Colgado de una verja que permite el paso al huerto del convento de Herbón, en padrón, donde reside, aún hay el cartel de "¡cuidado con el perro!". Hace casi un año que el superior del convento denunció la muerte de un perro en medio de la guerra fría que había en la parroquia con motivo de la declaración BIC del convento.

Los hermanos necesitan ayuda de la gente de la parroquia para trabajar las tierras y cuidar los jardines donde hay muchas variedades de camelias y un lustroso verde que dos burros que dejaron al cuidado de los frailes se encargan de mantener, además de una gran piscina de los tiempos de cuando el convento era internado, que aún se encuentra en perfecto estado de revista, además de las fuentes: la de San Antonio y la de San Francisco. Donde está situada la segunda es el rincón preferido de Miguel Ángel Barreiro, allí medita, ora y también lee. Es un lugar perfecto, rodeado de carballos centenarios que se inclinan para dar sombra a la fuente. Este cangués apura los pocos meses que asegura que le quedan en el convento, antes de su próximo destino, para disfrutar de un día como el de ayer, donde la primavera había entrado por sorpresa y se hacía fácil comprender como el Cardenal de Santiago, mandó reparar las estancias que ahora son habitadas para alojarse durante sus vacaciones, según comenta Miguel Ángel Barreiro. Desde las habitaciones se ve el huerto, con su invernadero, donde los jóvenes de una asociación de discapacitados plantan productos como lechugas, cebollas y ajos. Recuerda el fraile cangués que los famosos pimientos de Padrón fueron traídos precisamente por los frailes franciscanos desde las misiones de América hasta este lugar del Ulla, donde alcanzaron notoriedad. "Solo pican los primeros", apunta Miguel Ángel Barreiro. Precisamente, entre las labores a las que se dedicaban hasta no hace mucho los frailes que habitaban el convento era la de recolectar pimientos, con lo que conseguían parte de su salario. Ahora este jornal está muy difícil para los temporeros como los frailes franciscanos, que también notan la crisis. Y es que se podría pensar que dentro de esa muralla que tiene 825 metros de longitud no hay crisis, quizás porque parece que el tiempo se detiene. Pero la piedra y la cubierta revelan los cientos de años de este convento, dedicado a exportar misioneros. "Aquí también se nota la crisis. No hay dinero para hacer las reformas necesarias en el convento y también repercute en las limosnas, que son nuestro salario", comenta Miguel Ángel Barreiro.

Hubo un tiempo que en la parte habilitada a residencia vivían hasta 30 frailes, pero la desamortización de Mendizabal o lo que este cangués prefiere llamar, exclaustración de Mendizabal, diezmó el convento. Recuerda este fraile cangués que en 1.700 se amplió el convento porque se hizo colegio apostólico, donde se preparaban a religiosos para partir hacia las misiones. Hoy las vocaciones son bastante menos y la inmensidad del convento se antoja exagerada para que sea solo residencia de tres monjes. Claro que el convento tiene templo, donde aún acuden algún parroquiano a misa de 8:30 horas. Son los martes cuando es costumbre de que el templo, bien conservado, acoja a más fieles. "Los martes es el día dedicado a San Antonio y la parroquia de Herbón lo tiene como patrón, así que acude algunos fieles más a misa".

Miguel Ángel Barreiro nos corrige cuando en la conversación sale la palabra monje. Así, aclara que los frailes franciscanos y los monjes, cisterciense, por ejemplo se dedican a la contemplación, pero mientras los franciscanos mantiene una vida activa, la de los cistercienses es monacal y hacen voto de locativo (vivir siempre allí). "Los franciscanos no estamos aferrados a un lugar, de hecho yo estoy apunto de cambiar de destino otra vez.

Para este fraile cangués el tiempo de las misiones ya ha acabado. Afirma que, quizás, la edad (59 años), le hace pensar más en el reposo y la tranquilidad de los muros de un convento, en vez del bullicio de convertir infieles.