La madre de Jesús Carballo llora la ausencia de su hijo Jesús y también la de su marido. Son dos penas difíciles de llevar, ya que se sucedieron ambas en un corto plazo de tiempo. Ella está por la labor de poner todo de su parte para que su hijo llegue los más pronto posible a España. Pero desea un buen destino para él. No quiere que lo trasladen a una cárcel española y sus condiciones de vida en la prisión sean peores de la que tiene ahora mismo en las Islas Malvinas. Uno de los hermanos de Jesús, Raimundo, que perdió la mano poco después de ir a verlo en la prisión, es de la opinión que está mejor allí, que ahora solo le queda un año y que si lo repatrían para España puede venir para una prisión peor.

Dolores Martínez, que reside en Gandón,l en Aldán, no deja de repetir que su hijo está muy arrepentido y que incluso se responsabilizó de todo para que el barco pudiera marchar. Asegura que el armador siempre se mostró muy correcto con él y con la familia. Teme que su hijo lo esté pasando mal. Sabe que es una persona que le da muchas vueltas a la cabeza y que la depresión hace mella en él, por eso desea tenerlo cerca.

“Cavila demasiado”

Los cuatro hermanos de Jesús acudieron a las Islas Malvinas a visitarlo, Dolores, sin embargo no pudo. Relata que en las conversaciones telefónicas que mantiene con su hijo trata de convencerlo de que él no tiene la culpa de la repentina muerte de su padre, ya que convalecía de varias enfermedades desde hace tiempo. “¿Papa morreu pola miña culpa, verdade?, me pregunta”.

José Antonio Cordeiro coincide con la madre de Jesús en el diagnóstico.

También lo tiene por una persona que “cavila demasiado” y asegura que la vida en la prisión de Port Stanley no es mala. Comenta que los presos hacen trabajos fuera, siempre escoltados por policías. En este sentido opina que podría perder con el cambio, pero que él sabe a lo que se arriesga y su deseo es regresar cuanto antes a España. Quiere ver a su hijo.