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El maíz que destrozó el jabalí equivale al alimento de 1.000 vacas para un año

Los ganaderos de Deza recogen un 25% menos de lo previsto debido a la sequía

Una máquina de ensilado de maíz, ayer, en una parcela de la parroquia de Erbo. // Bernabé/Javier Lalín

La campaña de ensilado de maíz arrancó en Deza con un mes de antelación, por obra y gracia tanto de una sequía que ya hizo temblar la germinación de este alimento como del jabalí, cuyos destrozos afectaron al equivalente del alimento de un millar de vacas durante un año, según los cálculos del secretario comarcal de Unións Agrarias, Román Santalla. El puerco salvaje devoró o dejó inservible para el consumo entre el 8 y el 12% de toda la cosecha.

En la comarca, una explotación ganadera recoge de media entre 28.000 y 32.000 kilos de silo de maíz. Esta temporada, sin embargo, la cosecha cae entre un 20 y un 25% respecto a las previsiones iniciales, por lo que las granjas tendrán que echar mano de pienso, alfalfa y paja. Santalla explica que el maíz ya tuvo que sembrarse en condiciones extremas, con un suelo muy seco debido la falta de precipitaciones prácticamente desde el otoño pasado. "Solo las parcelas húmedas y pesadas aguantaron la cosecha". La planta tuvo que luchar contra la falta de agua, el ataque del jabalí y también de los cuervos. Pero lo peor vendría en agosto: las temperaturas por encima de los 35 grados que se registraron en más de una jornada provocaron un estrés hídrico en las plantas, hasta el punto de que muchas ni llegaron a espigar. Por eso, en cooperativas como la de Cobideza se decidió adelantar en 15 días la cosecha, una medida que también se activó el año pasado y por las mismas circunstancias. "En zonas bajas como Silleda, Cercio o Vila de Cruces los trabajos de ensilado ya arrancaron a finales de agosto", mientras que durante estas semanas la cosecha se centra en parcelas de Rodeiro y Dozón. En una situación normal, el ensilado de maíz no arranca hasta finales de septiembre y dura todo el mes de octubre.

La alternativa del sorgo

Hace años que el cambio climático y las incursiones de la fauna salvaje obligan a las explotaciones dezanas a buscar alternativas al maíz. Una de ellas es el girasol, con un buen nivel proteico, necesidad de menos agua y, de momento, nada atractivo para los animales no domésticos. La otra es el sorgo, un cultivo forrajero que además permite cumplir con los requerimientos del conocido pago verde de la PAC, que apuesta por la diversificación de cultivos. En Deza, como explica Santalla, ya se han hecho algunos cultivos experimentales con buenos resultados, dado que es muy resistente a la sequía. Igual que en el caso del girasol, se puede prescindir además del uso de herbicidas y no requiere un gran nivel de fertilización. Así, al poder evitar el uso de agentes químicos, se contribuye al mantenimiento de colmenas de abejas, necesarias para la polinización de frutas, verduras y flores.

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