-¿De dónde le viene esa afición tan desmedida por la petanca?
-Yo siempre tuve afición por el deporte amateur, pero no pude competir por un problema que tengo de hipertensión. Estuve ligado a distintas formas de deporte, practiqué fútbol, fui entrenador de equipos a nivel local e hicimos grupos en la liga local de fútbol sala. Lo de la petanca es reciente porque vi jugar gente a eso en e País Vasco y en Toledo un día de verano a 42 grados a la sombra en un parque público, y me llamó mucho la atención el juego en sí. Después, unos señores emigrantes insistieron en el Concello para que hubiera un campo de petanca y ahí empezó todo. Lo que pasa es que le pongo muchas ganas, y mi vocación de formador también me ayuda a ser suficiente popular en el campo de petanca, y siempre dicen que me echan de menos. Lo que me gusta es buscar la colaboración de todos y su participación, tratando de buscar valores en este juego. Hay que tener en cuenta que la petanca, aparte se ser competitivo es tremendamente formador de maneras de actuar frente al rival. Tiene un orden perfecto.
-¿Y eso que dicen que es un juego típicamente de jubilados?
-Es un deporte intergeneracional y resulta bonito ver que un abuelo y nieto jueguen juntos. Como decimos nosotros en el equipo, en esto hay niños desde 5 años hasta 80. Puede participar todo el mundo porque no tiene nada que ver la fuerza física en la petanca. Además, parece sumamente sencillo jugar con la bola pequeña, a la que llamamos boliche, y aproximar las bolas grandes para conseguir el mayor número de puntos. Ahí entra una técnica de juego y, también, una estrategia. Cuando empiezas a entrar en una competición un más selectiva te das cuenta de que hay que ponerle ganas y la suficiente concentración para poder competir. Lo primero es que tienes que estar tú convencido de la jugada, colaborar con tu equipo donde se distribuyen los papeles entre los defensas y los atacantes y el estilo varía.
