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La historia de una vida marcada por la tragedia

Manuel Barros, sentado, en una foto familiar. // Foto cedida por Alicia Barros

La guerra no solo segó las vidas de los soldados que murieron en el frente, sino también de los que retornaron a casa enfermos y desahuciados. Este es el caso de uno de otros tantos combatientes, vecino de la parroquia estradense de Rubín, Manuel Barros Bouzón. Tras acabar el servicio militar, fue llamado a luchar en la contienda en 1936. Volvió a casa herido y después de contraer una enfermedad pulmonar. No sobrepasaba los 23 años cuando su vida expiró, como la de tantos otros, dejando a su familia desamparada y sin derecho a una pensión por no haber muerto durante el combate.

Su padre, Manuel Barros, documentó minuciosamente en una libreta todos los gastos ocasionados por la enfermedad de su hijo. Gracias a dichos papeles, hoy se tiene constancia de que estuvo internado en el antiguo hospital de Santiago y fue operado, al menos en una ocasión, en abril de 1940. También apuntó lo "gastado en viajes y comestibles que se le llevaron al hospital". En el margen derecho anotaba la cuantía económica de las medicinas, las gasas y los algodones necesarios para las curas.

Su ahijada y media hermana, Alicia Barros, tenía tan solo 8 años cuando Manuel murió. Sin embargo, evoca vagamente su figura y apunta: "durante la guerra estuvo muchos días acostado sobre la nieve y cuando volvió recuerdo a mi padre hacerle curas en el costado izquierdo". Un relato de quien conserva viva la difusa imagen de un soldado. Y el de una familia que vio escapar con lentitud la vida de aquel joven un 29 de septiembre de 1940.

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