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Un parto de película, en solo seis minutos y en la autovía

El estradense Manuel Ángel Castro ayudó a su mujer, Lucía Fernández, a alumbrar a su segundo hijo en el arcén de la autovía a Santiago

Manuel Ángel Castro y Lucía Fernández con el pequeño Alan, ayer, en el Clínico. // Xoán Álvarez

No hay nada más poderoso sobre la faz de la Tierra que el instinto paternal. Porque la fuerza de los impulsos, en ocasiones, sobrepasa con facilidad al raciocinio. De no ser así que se lo cuenten a Manuel Ángel Castro, un héroe del día a día. O a su mujer, Lucía Fernández, una madre con una fuerza arrolladora. O más bien al pequeño Alan que, desesperado por salir, no quiso atender a razones y decidió nacer en el lugar más ''señalizado''. Aunque parezca mentira, llegó al mundo en medio de la autovía a Santiago.

''A mí se me pasó el tiempo muy rápido, fue todo una locura'', asegura Manuel Ángel. Y no es para menos. Este padre relata su historia con emoción contenida, remontádose a la noche del martes, cuando ingresaron en el Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela. Los médicos le dijeron que las contracciones de Lucía todavía no eran demasiado regulares ni tampoco muy fuertes. Por ello, les ofrecieron volver a casa recordándoles que acudiesen urgentemente al hospital en caso de que viesen que el alumbramiento se acercaba.

Fue cuestión de horas. Después de que les entregasen el informe del alta el miércoles al mediodía, llegaron a casa expectantes pero tranquilos. Manuel Ángel estima que en tan solo dos horas Lucía lo llamó cuando él estaba con el primer hijo de la pareja. No estaba previsto pero acababa de romper aguas. Sin más dilación se subieron al coche, camino de Santiago.

''Yo le pregunté si quería parar en el ambulatorio para ir en una ambulancia, porque era más seguro. Ella me dijo que no porque tenía unos dolores muy, muy fuertes''. Arrancaron camino de la capital gallega y, según cuenta Manuel Ángel, llegando a Toedo Lucía empezó a gritar de dolor.

Él continuó conduciendo pero, según asegura, en las proximidades de Pontevea tuvo que llamar al 061 ante la desesperación de Lucía. Les explicó su situación y ellos aseguraron que se pondrían en contacto con la ambulancia que los asistiría. Manuel Ángel rogaba que se diesen prisa porque ''me venía el niño''. Aunque no era el primer parto de Lucía, el momento tomó por sorpresa a la experiencia.

Él continuó conduciendo mientras tomaba la autovía que conecta A Estrada con Santiago de Compostela. Desde el 061 les aseguraron que les enviaban una ambulancia que los alcanzaría por el camino pero Lucía rogaba que Manuel Ángel siguiese conduciendo. El niño estaba a punto de venir al mundo.

La situación era dramática. Él, ante los gritos desesperados de Lucía, se vio obligado a estacionar en el arcén de la rotonda que sobrevuela la autopista en dirección a Ourense.

Ella se echaba las manos a la cabeza, según cuenta Manuel Ángel. ''Bajé del coche, abrí su puerta y ella se recostó en el asiento'', dice él. Se vio obligado a asistir el parto. Pero Alan, como han llamado al recién nacido, estaba ya con un pie aquí. Cuando se puso a ello, su padre asegura que se le veía ''la cocorota''. En ese momento Lucía comenzó a empujar y él a salir. El padre asegura ''no me atreví a meter mucho las manos por si le hacía daño, la falta de experiencia''. Y aunque en un instante parecía que el bebé se estaba ahogando, solo fue una impresión.

''Él fue saliendo, saliendo, saliendo. Yo lo cogí en brazos, empezó a llorar''. Después de calmarlo, Manuel Ángel sigue asegurando que ''al final se lo puse a ella en el regazo y en esto vi que llegaba la ambulancia por la autovía. Como el niño estaba en brazos de Lucía fui corriendo a hacer señas y ya me vio y ya subieron''.

A partir de ahí, es otra historia. Tras la asistencia médica, subieron a la madre y al bebé en una camilla en la ambulancia. Mientras, le aseguraban al padre que el niño estaba perfectamente para que él los pudiese alcanzar con el coche. ''Después llegamos al hospital y sin más novedad'', concluye, feliz.

Él estima que el parto se produjo sobre las 17.15 horas, último momento en el que vio el móvil. Cuando lo volvió a mirar, y con el niño ya recién nacido, el reloj marcaba las 17.21 horas. Solo fue cuestión de minutos. A pesar de los nervios y del apuro, nadie puede negar que fue un parto de película. Pero esta, más que ninguna, con un final de plena y auténtica felicidad.

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