"O poeta de Mahía" seudónimo de Maximino Castiñeiras García, poeta aficionado, personaje entrañable y amigo de Laxeiro, al que encuentra en Buenos Aires, narra en el artículo "Visión de Lalín a traves de Laxeiro, su pintor" que escribe para el periódico "La Noche" del 18 de septiembre de 1957, con motivo de las fiestas de Lalín, la visión que le trasmite Laxeiro del Lalín de los años treinta, que él vivió, recordando sus "trouladas" y "falcatruadas", las grande "enchentas", los cocidos de "Luisa", el antiguo "Café Español", las costilletas de la Casa do Zoqueiro", la peña de los Maculandones, el cantante Toxo, "O Naranxo", el tenor Rodriguete, los famosos "Bichiños", las tertulias del Casino. Laxeiro se siente orgulloso de su Lalín, la tierra que le vio nacer, grita"Viva Lalín con razón ou sin ela", y muestra su morriña, su nostalgia recordando su querido pueblo. Todo el artículo es un canto de exaltación y amor a Lalín.

Cuando oigo en alguna parte el tan archiconocido grito de "Viva Lalín con razón ou sin ela", viene siempre a mi mente la escena que presencie en el puerto de Buenos Aires a la llegada de uno de los barcos que transportaban viajeros a la Ciudad de la Plata, donde a la sazón me encontraba. De entre todos los que descendían, oigo un grito viril, recio, alegre, que contagiaba entusiasmo y elevaba los ánimos, ese grito de "Viva Lalín" contrariamente a lo que algunos piensan no es sinónimo de barbarie, sino la expresión del cariño hacia un pueblo, del amor de unos hijos a la tierra que les vio nacer, de ese amor que todos los gallegos debiéramos sentir hacia nuestro suelo y de cuya cuna algunos parecen avergonzarse cuando están en cualquier parte fuera de Galicia, los menos afortunadamente, como si su condición de gallegos les hiciera de otra inferior, olvidando en su ignorancia, infelices, cuanto orgullo debieran sentir por esta Galicia sin par, cuna de tantas ilustres figuras en todos los órdenes del saber, la literatura, la política, las artes, el foro, etc. , etc., y a la que debiéramos defender adoptando siempre ese grito de intransigencia, enxebre, "GALICIA siempre; con razón ou sin ela".

Pues bien, el que tal tronaba no era otro que mi entrañable amigo, el gran pintor de la Tierra de Deza, LAXEIRO, tan conocido de todos los lalinenses y que en la actualidad triunfa rotundamente en Buenos Aires, quien sonriente, desafiante y algarero, con aire triunfador, blandía en una mano, como un trofeo ganado en justa batalla, un magnifico lacón, símbolo de nuestro plato regional más exquisito, el cocido.

Si no conociera, como yo conocía a este extraordinario artista, aquel gesto lejos de Galicia hubiera servido para que me acercase a él y le brindase mi amistad, por que entró pisando fuerte, sin titubeos, como diciendo aquí esta Galicia, avasallándome, orgulloso de la tierra que le vio nacer, con esa fibra del Lalín de sus amores al que tan alto puso y pone artísticamente.

En nuestras andanzas por la gran capital bonaerense, rodeado de intelectuales y artistas, pintores, cantantes, escritores ? su nostalgia, morriña o saudade, que pese a ciertas disquisiciones es en síntesis para mi, que frecuentemente por mis servicios en la Marina mercante me alejo de esta tierra, todo lo mismo, tristeza y melancolía por el ansia de retorno ? Laxeiro, con la música de fondo de las notas de un tango porteño revivía mentalmente sus "trouladas", sus "falcatruadas", como él decía, de sus etapas en la villa de Loriga; evocaba con fruición del hombre de poderoso apetito, las grandes "enchentas", describiéndonos con su simpatía y una elocuente mímica, los clásicos cocidos de "Luisa", las "postas" de la casa de Antonio, el bermello pulpo de sus ferias rociado con el tintorro "do ribeiro", en las tazas de barro que le prestan un sabor más concentrado y toda la gama de lo que Lalín puede ofrecer en el aspecto gastronómico, cuya enumeración sería interminable.

Por él conozco y sé de los encantos del antiguo Café Español, en su época más esplendorosa, cuando lo frecuentaban las artistas del género chico; de la exquisitez de las costilletas del "zoqueiro"(valían dos con vino y pan, diez reales), la famosa Orquesta Ferkakc, que tantos éxitos ha cosechado, al extremo de que se han retirado en plena juventud todos sus componentes, ahítos de gloria ?, los Maculandones, una peña de elementos con buen humor y mejor apetito, que en su época hicieron de troyanos en Lalín; Toxo, uno de los extraordinarios cantantes que siempre dio Lalín, vivero de artistas y tipos locales tan interesantes como el "Naranxo" que repartía billetes a diestro y siniestro y de quien se ocupó recientemente en un número de "Galicia Emigrante" el fino escritor de Bandeira, Ramón Valenzuela; Rodriguete, un tenor de pelo en pecho, los famosos "Bichiños" que después de cenar normalmente (ya sabemos lo que es una cena normal en Lalín), tomaban como postre entre el trío un lacón y perdiz por cabeza.Es tal el amor de Laxeiro a su patria chica, que a través de sus charlas y referencias a hechos y personas, he llegado a querer a Lalín sin conocerle, porque he calado en el alma de ese pueblo singular en Galicia por señorío, su innata elegancia espiritual, su admiración y cariño a cuanto significa arte. Y es que Laxeiro no se limitó a hablarme solamente de esas facetas de tipo culinario y chocante de Lalín, me enteró también de sus actividades, de su manera de ser, del encanto de su vida cordial y amable. Me ha pintado al Lalín que todos conocéis, a aquél Lalín familiar de los años treinta y tantos ? de la anteguerra, bucólico, señero, distinguido, caballeroso, no en vano fue cuna de los Donramiro, Donsión, Donfrean y de cuya prosapia hablan tantos Pazos y casas señoriales diseminados a lo largo y ancho de todo su partido.

Aquellas tertulias en el Casino, las magnificas veladas de aficionados, que llevaron el nombre de Lalín fuera del ámbito local, ya sé, querido Pedro de Cotarelo (seudónimo de Salvador Souto, corresponsal de La Noche en Lalín), que hoy son cosa pasada. Lalín es otro materialmente, tiene en este aspecto más importancia, se ha duplicado de unos años a esta parte, está llamado a grandes empresas, se ha embellecido en su aspecto urbano, pero su fama de pueblo cordial, alegre, hospitalario le vendrá siempre de su hidalguía y mientras quede un descendiente de aquellos hombres que conocían el arte de saber vivir, su estilo nunca se perderá.