Llegaron con la expectación de quien se adentra en un mundo nuevo, y se marcharon con un máster en agricultura, y con una nueva vocación: la avicultura. Un grupo de sesenta niños de Sigüeiro visitó ayer una de las explotaciones de la cooperativa de gallos Vicogalo, en la parroquia cruceña de Merza. La finca regentada por su presidente, David Sueiro, hizo de granja modelo y sirvió de ejemplo para enseñar a los más pequeños cómo se vive en el rural y cuáles son las faenas diarias de un agricultor.

Los pequeños, de cuatro años de edad, escucharon atentos las explicaciones de Sueiro, que les habló de las razas avícolas autóctonas y de las diferencias entre la cría artesanal y la industrial. Superada la teoría, llegó la práctica, y los más pequeños se remangaron para ocuparse ellos mismos de los quehaceres diarios. Dieron de comer a las gallinas, a base de trigo, maíz y verduras, y recogieron sus huevos. Precisamente, el aspecto alimenticio fue lo que más les llamó la atención de todo el proceso. "Les sorprendió mucho que lo que comen los gallos lo comamos nosotros también", explica Sueiro, contento por la "superatención" que le prestaron los niños, a pesar de su corta edad. Traían la lección medio aprendida, puesto que en su centro ya habían incubado huevos, por lo que no fue difícil que comprendiesen cómo nace un ave. Eso sí, el enigma de qué fue antes, el huevo o la gallina quedó para otra ocasión.

Con las aves atendidas, los escolares se desplazaron hasta el Muiño de Lourido, en Piloño, donde convirtieron el maíz en harina sirviéndose de la fuerza con que el agua movía la moa. La mayoría nunca había visto funcionar un molino tradicional, por lo que fue todo un descubrimiento. La visita también incluyó una parada en una finca para visitar ovejas y vacas. "Es curioso, porque, aunque son de Sigüeiro, que es rural, al fin y al cabo, querían ver vacas y cabras...", y se les cumplió el gusto.

Pero como no todo en la vida de un granjero es trabajar, también hubo tiempo para reponer fuerzas. Los escolares se trasladaron al área fluvial de A Carixa para degustar filloas á pedra y chorizos de Vila de Cruces, preparados previamente para la ocasión. "Tratamos de concienciarles en el valor que tienen los productos de la tierra y los mercados de proximidad; porque, al fin y al cabo, son futuros consumidores y sólo educándolos desde pequeños se consigue mantener la cultura, el paisaje y la calidad de vida del rural", defiende Sueiro. La intención de la cooperativa es repetir la experiencia con otros centros el próximo curso.