Daniel Luna participa estos días en Galicia en distintos actos informativos para explicar la grave situación política de su país [ayer estuvo en Santiago.] Luna, que llegó a Lalín invitado por Xaime López, Chispón, denuncia el acoso al que está sometido por parte de las autoridades públicas por velar por los derechos humanos en zonas como Chiapas. La disidencia con el poder se paga con la muerte o con una dura represión. Considera a su país un "narcoestado" y dice que las luchas por controlar el mercado de la droga provocan más muertes que la invasión de Irak o Afganistán.

–¿Qué le trae por Galicia?

–La denuncia y forzar una presión pública y política para que el Gobierno nos quite la hostigación contra nuestro movimiento. El gobierno tiene la intención de encerrarnos pero también existen asesinatos; tenemos que defender la libertad y la vida. En Lalín también se puede ir abonando, sumando para que ese todo permita que, cuando volvamos, podamos garantizar nuestra integridad física y psicológica. Queremos discutir con el gobierno cordialmente pero sin que metan en la cárcel con penas de 112 años a personas que no han cometido ningún delito.

–¿En qué medida interviene el estado de su país contra estas organizaciones incómodas y cuál es su situación particular?

–La situación más fuerte que estamos viviendo como movimiento social o de defensa de derechos humanos y ambientales es una persecución en el marco de la guerra contra el narcotráfico o bien, escondida detrás de ello. Los muertos están a la orden del día, pero parece que el Estado quiere aprovecharlo para actuar contra que mucha gente que hemos sido incómodos. Se reconocen oficialmente 17.000 muertos en los años que lleva el actual gobierno y para el estado es muy fácil decir que estaban en el narcotráfico, pero muchos de estos muertos son sindicalistas, campesinos, ecologistas, defensores de los derechos humanos. Utilizan una supuesta lucha contra el narcotráfico para perseguir. La impunidad en México es terrible y la impartición de justicia es nefasta; existe una psicosis evidente en torno al narcotráfico.

–¿Y cómo se puede luchar contra algo que está naturalizado entre la población?

–Es muy complicado. Entre el 5 y el 7 de febrero participé en Berlín en un evento sobre la coordinación de organismos de derechos humanos de Alemania, quienes invitaron a colectivos de mi país. Todos llegamos a la misma conclusión; que el mundo ve a los mexicanos como narcotraficantes. Lo que nos está pasando ahora le ocurrió a Colombia, es la misma receta y pese al terror de estado hay colectivos que siguen denunciando estos asuntos y nosotros debemos hacer lo mismo. Hay muchas cosas que merece la pena que la población europea sepa, por ejemplo el daño fuerte que esto le causa al gobierno. Cuando intentó barrer las comunidades zapatistas, fueron los movimientos europeos quienes lo impidieron. Europa, con sus imperfecciones, es la que se atreve a levantar la bandera de los derechos humanos. Estados Unidos ni los menciona, al contrario, sólo propone políticas encaminadas a aplastarlos.

–Habla de represión, asesinatos… ¿Tienen alguna esperanza de cambio por parte de las autoridades de su país?

–No, lo peor. El caso que me trae aquí, involucra entre otros actores, a la Organización Campesina Emiliano Zapata. Como ejemplo, la autoridad federal y estatal de Chiapas detiene a uno y mueren otros dos en el arresto. Lo acusan de despojo de tierra, un delito sencillo, pero sin proceso judicial lo trasladan a un penal de máxima seguridad a 2.500 kilómetros de distancia en donde sólo están los narcos y los delincuentes más peligrosos. Sin orden judicial lo condenan porque dicen el arsenal militar más importante encontrado en Chiapas, que incluye un tanque militar, estaba destinado a él. Lo curioso es que cuando sus compañeros toman las oficinas de Naciones Unidas en Chiapas y se declaran refugiados internos y, cuando Naciones Unidas pide diálogo con el Gobierno, los liberan; esa es la justicia mexicana. Se liberaron en agosto a 20 paramilitares y en noviembre a otros 9 que cometieron la masacre de Acteal en 1997, cuando asesinaron a 45 indígenas; 35 mujeres y niños. Son confesos muchos de ellos y el resto fueron identificados por los supervivientes, pero aún así los liberan. Esa es la justicia a la que no podemos apelar.

–¿En qué medida cambió en país tras acceder al poder la Acción Nacional?

–Hai cosas que no cambiaron nada, otras sí. El PRI, ya lo decía Vargas Llosa era la dictadura perfecta. Apostó por crear un partido de estado en vez que se siguiesen matando todos los líderes revolucionarios y la única condición era que la cuota de poder debía repartirse entre todos. El narcotráfico es parte del estado y se introduce en los cárteles de la droga y esa regla se matuvo. Antes, era el propio estado el que mantenía ese equilibrio y los cárteles de la droga mantenían su espacio. Cuando entró al PAM al poder se mantuvo el modelo neoliberal, hacen un fraude electoral para poner en 2006 a Calderón en el poder… pero donde no tuvieron la precaución en repartir parejo como hacía el PRI. El PAM rompe esto y deja a mucha gente fuera, entre ellos al narcotráfico. Todo esto supone que, por ejemplo, en 2004, te encuentras con que el narcotraficante más peligroso, el Chapo Guzmán, sale del penal de máxima seguridad del país sin disparar un sólo tiro y los cárteles se quejan de que el gobierno ataca al todos menos al grupo del Chapo Guzmán. Es decir, no sólo no reparte parejo sino que toma partido por uno de ellos para controlar el mercado de la droga. Con este gobierno tenemos 17.000 muertes y muchos no son narcotraficantes.

–¿A qué atribuye la notable militarización de su país?

–Cuando Calderón gana en 2006, a través de un fraude electoral había muchas posibilidades de que no tomase posesión. Su primer discurso fue para las fuerzas armadas y les duplicó el sueldo. Su acto de gobierno fue el operativo Michoacán, sacando al ejército a la calle contra las drogas, aunque fue para que lo respaldasen a él y con el agravante de que militares o la policía forman parte de cárteles. México y Colombia son "Narcoestados". Ahora están los cárteles desatados y el ejército también participa en una guerra con más muertes que en la ocupación de Irak.

– Xaime López acudió a su país para conocer esta realidad. ¿Qué le transmiten los miembros de colectivos europeos al visitar Chiapas?

–Ven que, más que trabajar en un proyecto de querer construir algo, intentamos sobrevivir. En el sur está la parte más pobre en índices de analfabetismo, desnutrición, falta de comunicaciones… pero es donde está el petróleo, el gas, los recursos minerales y ya le llegó el turno de ser explotados. Por presas hidroeléctricas o explotaciones mineras se producen despojos. La visita que hizo Chispón en abril pasado junto con otra gente es interesante porque ven de primera mano lo que está sucediendo y hablan con los actores del problema. No es igual que te lo expliquen que convivir con ello y, una vez en Europa, informan de lo que acontece. Sirve para que se sensibilicen y puedan sensibilizar a quienes puedan llegar. Ahora me reciben a mí aquí, que llego perseguido, y me ayudan a divulgar lo que pasa. Cuando un joven europeo llega, se da cuenta de que para crear un anillo de oro se produjeron daños irreversibles; hai una reflexión sobre el consumo. [López explica que acudió a México con el proyecto Visiones de Resistencia, vinculado a la entidad Recursos de Animación y Resistencia de Barcelona, que impulsa proyectos internacionales. Allí se realizó un balance de situación y se elaboró un vídeo y un reportaje fotográfico para divulgar en Europa lo que pasa en Chiapas].

–¿Qué impresión tiene sobre las políticas en materia de inmigración europeas y españolas en particular?

–Hai que hacer una reflexión seria sobre el fenómeno inmigratorio. Se olvida que miles de españoles llegaron a México y América Latina durante la dictadura franquista; algunos llegaron a colonizar zonas del continente. A veces se olvida eso, aunque tampoco se puede culpar a las actuales generaciones de lo que hicieron nuestros antepasados. Estos países son productores de materias primas que no tienen valor agregado, porque este valor se lo ponen luego y eso culmina en un proceso de empobrecimiento de las naciones africanas o de Latinoamérica. Si no se modifica esa lógica no conseguiremos nada. Lo demás será improvisar y promulgar leyes que contravienen los derechos humanos. En Europa, que hay conciencia y un discurso progresista acerca de los derechos humanos, no puede haber políticas tan contradictorias.