El arousano Santiago Agrelo Martínez (Rianxo, 20 de junio de 1942) es un perfecto conocedor de la crisis humanitaria que se vive en el norte de África y de todo lo relacionado con el éxodo que protagonizan a diario miles de personas en el continente negro. El padre franciscano ejerce desde hace once años como arzobispo de Tánger, donde se ha convertido en una verdadera referencia espiritual para los más desfavorecidos. A la espera de que Su Santidad el Papa le conceda el retiro solicitado para refugiarse en el convento de Santiago, este septuagenario rianxeiro contaba ayer sus vivencias, experiencias, temores y deseos a los ciudadanos grovenses. Lo hacía en el transcurso de una charla coloquio organizada en la iglesia parroquial de San Martiño por el cura de San Vicente, Juan Ventura Martínez Reboeiras.

-"Una mirada de fe sobre la inmigración". Este es el título de la charla coloquio que protagonizaba anoche en O Grove. ¿Qué pretendía con ello o en qué consistía su participación en este evento?

-Pretendía charlar con los grovenses y hacer una reflexión en voz alta sobre la relación de la sociedad con la inmigración. Pienso que la sociedad europea en general, y la española en particular, es una sociedad ciega, sorda e insensible ante el fenómeno de la inmigración.

-¿Por qué opina de este modo?

-El domingo pasado, sin ir más lejos, aparecieron cuatro cadáveres en el Estrecho de Gibraltar, y hay un número indeterminado de personas desaparecidas. Esa tendría que haber sido la noticia del día, y sin embargo apenas tuvo repercusión en los medios. No se encuentra una palabra de compasión ni una muestra de preocupación por los inmigrantes. No hay nada que signifique o represente participación humana en el drama de unas personas que llevan años sufriendo y terminan en las fronteras de un Estado que se considera civilizado.

-¿Qué hay que hacer?

-La primera responsabilidad es de los políticos, en cuanto que ellos son los primeros que tendrían que ver estas cosas, aunque también es grande la responsabilidad de los medios de comunicación, y en este sentido soy particularmente crítico con los medios de comunicación de la Iglesia. Si la pasión que se pone en tratar otros argumentos políticos o deportivos se pusiera en tratar el tema de la inmigración hace mucho que la sociedad habría tomado conciencia de lo intolerable que es la situación de los inmigrantes y de la violencia que sufren. Es intolerable la vulneración de sus derechos fundamentales, tanto en relación con su integridad física como en lo referido a protección de los menores.

-También responsabiliza a la Iglesia...

-Me gusta subrayarla porque a veces nosotros nos llenamos la boca hablando de ciertos temas que seguramente son importantes, como pueden ser el aborto, y ya me gustaría que la importancia que se le da se diera también a la inmigración, pero no se hace.

-Se le ve tan implicado como preocupado.

-Comprendo que a mi la situación me afecta particularmente. Es porque los que intentan pasar la frontera antes han estado en nuestra iglesia, y esto establece una relación personal que quizás aquí en España no se perciba. Para mi son como hijos, porque me tengo que ocupar de su alimentación y de su protección con gran impotencia y sufrimiento. Soy un padre pobre de hijos pobres.

-Habrá visto y sufrido de todo.

-Lamentablemente. El viernes anterior al Viernes Santo una persona moría de frío en un bosque al que subo todas las semanas para llevar pan a la gente. Allí te encuentras con los muertos con demasiada frecuencia, como una ocasión en la que murieron asfixiados en la cueva de ese bosque porque alguien prendió fuego en la entrada. Pero no solo veo la muerte de cerca. También ves la dificultad que atraviesan para conseguir alimento y protección. Volviendo a lo anterior debo decir que no puedo entender que la política olvide estas situaciones humanas o pretenda resolverlas 'devolviendo el paquete al lugar de origen'. No se convierten en inmigrantes por ansia de aventura, sino porque la vida les obliga a huir.

-Es evidente que lo que usted intenta es concienciar a la sociedad para que los inmigrantes africanos tengan mayor presencia en el día a día de España y Europa.

-Hay que abrir los ojos para poder entender. Si los cerramos y no vemos a los inmigrantes esta pobre gente nunca encontrará nada en su camino; nada de solidaridad. Mi intención es que todos veamos a esta gente que sufre. El problema actual, y eso me indigna, es que los muertos de la inmigración parecen no existir. Ya que tengo la posibilidad de dirigirme a la sociedad, aunque se me haga poco caso, no voy a dejar de intentar ayudar a estos seres humanos.

-¿Tiene la sensación de que otras crisis humanitarias, por ejemplo la de los refugiados sirios, han tapado todo lo que sucede en África desde hace tanto tiempo?

-No tanto para tapar sino para tener un motivo para mandar para atrás a los inmigrantes africanos, Cuando se hizo la distinción perversa entre inmigrante y refugiado lo que se hizo fue un juego de palabras con el que adormecer a la sociedad. Es algo perverso porque se quiere hacer creer a la gente que los que llegan de África huyendo de problemas terribles son simplemente personas que quieren ganar más, y esto es una ofensa a la verdad y a la humanidad. No puedo evitar que este mundo se rija por los criterios que considere oportunos, pero está claro que la mentira forma parte de este entramado que llena el mundo de pobres.

-¿De qué huyen?

-Muchas veces huyen de la violencia política y de la corrupción de los Estados que no permiten la evolución de la sociedad, pero también huyen de la violencia religiosa y del hambre. Los motivos son múltiples y todos graves. Lo que está muy claro es que se trata siempre de huidas; nadie hace miles de kilómetros en condiciones increíbles y arriesgando su vida simplemente por ansia de aventura.