"Era un gran conversador, afable y simpático". Con estas palabras inicia el edil de Cambados, Tino Cordal su descripción de Fidel Castro, el líder cubano que falleció el pasado viernes a los 90 años de edad. Cordal no habla de oídas, sino en primera persona, ya que pudo compartir mesa y mantel con el líder cubano y departir durante varias horas con él.

Ocurrió en mayo de 1991, en el Palacio de la Revolución en La Habana, la capital cubana. Hasta allí se había desplazado Cordal en un viaje de la Universidad Complutense para participar en un curso de Relaciones Internacionales que se impartía en la Universidad de La Habana. "Éramos un grupo importante de profesores y alumnos que llegamos a Cuba a finales de abril, recuerdo que celebramos el 1º de Mayo, y el sábado siguiente nos recibió en un convite". Fidel se acercó a todo el grupo a saludarlos uno por uno, y cuando se acercó a Cordal, este aprovechó para decirle "Comandante, eu son galego", a lo que Castro respondió con un "hombre paisano", antes de darle un abrazo.

A partir de ese momento, Cordal pudo departir durante casi toda la cena con él, en una conversación en la que hicieron un repaso a la tierra del padre del líder cubano. "Utilicé varias expresiones en gallego, algo que le encantó, pero no fue lo único; en aquellos momentos estaba de actualidad el caso de Juan Guerra en el PSOE, una situación con la que estaba muy indignado y fue muy duro con Alfonso Guerra y Felipe González", explica. Cordal también reconoce que "hablamos de Fraga, fue muy poco antes de que el que era presidente de la Xunta y Castro iniciaran su amistad". También le dio tiempo a Cordal a tocar la situación internacional en un momento convulso donde "Fidel tenía una gran preocupación, ya que acababa de caer el muro de Berlín y existía una preocupación muy importante por el desmantelamiento del gran aliado cubano, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), y como iba a afectar esa situación en el bloqueo al que estaban sometidos por los americanos".

Aunque nunca volvió a encontrarse con él, Cordal mantuvo el contacto con el ministro de exteriores cubano, Roberto Robaina, con quien estuvo en varias ocasiones en la embajada del país caribeño en Madrid, lamentándose de "es una pena que no pudiese volver a estar allí antes de que muriese Fidel".

Echando la vista atrás, Cordal se queda con las imágenes del Fidel "más revolucionario, del que se convirtió en un icono por sus discursos encendidos, con la mano erguida y el puño levantado; siempre defendió la dignidad del pueblo cubano ante un enemigo tan poderoso como son los Estados Unidos; fue la parte visible del orgullo de la nación cubana, del David que se enfrenta a Goliat, representando un símbolo para los pueblos oprimidos, que vieron en él un referente para poder luchar por su dignidad".