"Conchita" Mouriño va a trabajar todos los días a la Autoridad Portuaria de Vilagarcía, desde Carril, a bordo de su bicicleta y con sus preceptivo casco de protección. Es ya una institución en este organismo en el que trabaja desde hace 39 años realizando labores de limpieza. Su buen humor y sus detalles han conquistado al resto de los compañeros de los que piensa despedirse con una buena fiesta el próximo 15 de diciembre. En tantos años de trabajo atesora numerosas anécdotas porque considera el Puerto su segundo hogar.

- ¿Cuándo comenzó a trabajar en el Puerto de Vilagarcía?

- En 1977 la familia del director del Puerto, Fidel Durán necesitaba una asistenta, me entrevisté con su mujer y comencé a trabajar con ellos. En esa época las oficinas del Puerto estaban en una sede vieja. Al año siguiente, en 1978, se inauguró la sede del Muelle de Pasajeros, que incluía una vivienda para el director, y empecé a trabajar aquí. Por la mañana me ocupaba de la casa del director y por la tarde hacía la limpieza de las oficinas portuarias.

- ¿Se ocupaba usted sola de las dependencias portuarias?

- Sí, eran otros tiempos, había menos gente y también menos despachos. Ahora somos dos personas en este trabajo.

- ¿Qué recuerdos guarda de su primer jefe el director Fidel Durán?

- Muchos y muy buenos. Estuve trabajando con él hasta que se marchó al Puerto de Gijón en 1982. Incluso me trasladé con la familia durante una semana para preparar su nueva estancia asturiana. Pero volví porque yo tenía a mis hijos en Carril. La relación era tan buena que un verano nos pagaron un curso de inglés en Gijón para mis hijos, con billete de avión de ida y vuelta. Volví a visitarlos en otra ocasión y espero poder regresar a Asturias cuando me jubile.

- ¿Fue este su primer trabajo?

- No, la verdad llevo trabajando desde los 9 años. Comencé con mi madre que limpiaba una casa y yo cuidaba los niños. Después pasé a trabajar en una conservera. A los 13 años pude comprarme mi primera bicicleta y el primer reloj. A la edad de 15 años pasé a trabajar en el colegio de las monjas Filipenses. Curiosamente algunas de las alumnas de aquella época fueron después trabajadoras de la Autoridad Portuaria, como Esperanza, que ya se jubiló, o Marta Llovo.

- ¿Siguió trabajando para el nuevo director del Puerto?

- Sí, el siguiente director fue Enrique Disdier. Él estuvo 13 años en el Puerto de Vilagarcía. Después le siguió Javier Martín, que estuvo dos años en la vivienda de la Autoridad Portuaria, hasta el año 2001, pero ya no trabajé para él; solo me dedicaba a las oficinas de la sede portuaria. Fue el último director que ocupó la vivienda ubicada en este edificio. Después se hizo una reforma y el espacio se incorporó a las oficinas portuarias.

- Seguro que atesora muchas anécdotas...

- Sí, yo soy muy enérgica y vengo a trabajar de buen humor porque para mí el Puerto es mi segunda familia. Me pongo a cantar mientras trabajo, pero un día dejé de hacerlo. Uno de los trabajadores de la oficina, Enrique Lago, me preguntó si estaba triste porque ya no cantaba y, al explicarle que me lo habían prohibido se ocupó de hablar con los compañeros para que siguiera haciéndolo. Sigo cantando, pero más bajito cuando veo que hay gente trabajando en las oficinas. Además, me encanta poner flores y plantas en los despachos. El otro día cogí unas flores de un árbol del exterior y las puse en el despacho de la presidenta, Sagrario Franco. Ella, cuando las vio, vino a agradecerme el detalle. No lo hice por ser la presidenta, porque dejo flores en varias oficinas.

- ¿Y la parte más negativa de su trabajo?

- Quizás lo más negativo fue el tiempo que estuvimos en el edificio de la antigua Comandancia de Marina. Allí no lucía el trabajo. Para colmo, el lateral del edificio era utilizado por los jóvenes del botellón durante el fin de semana y el lunes teníamos que baldear todo para eliminar los residuos. Ahora todo ha cambiado, estoy encantada con la nueva sede de la Autoridad Portuaria.

- Pero ahora que hay mejores instalaciones, toca jubilarse.

- Podría quedar algún tiempo más porque me siento en forma, pero he decidido dejar paso a la gente joven que también tiene que trabajar. Seguiré activa, pero dedicándome a otras tareas como hobby, aunque sé que voy a extrañar a toda esta gente que son como mi familia.

- ¿Cómo se imagina la despedida, cuando será?

- Me jubilo el 30 de diciembre, pero tengo preparada una fiesta de despedida para el día 15 de ese mes. Ya le pedí autorización a la presidenta y una de las ingenieras se ofreció a diseñarme unas tarjetas de invitación que voy a entregar a cada uno de los trabajadores de la Autoridad Portuaria. Traeré empanadas de maíz, tortillas y albariño para brindar con todos, porque espero que no falle ninguno a la cita.