Consuelo sopla con fuerza y convicción las velas ubicadas sobre una tarta de crema. Sólo son tres, pero componen un mismo número: 104. Una vivienda de Trabanca Sardiñeira acoge la celebración de cumpleaños de una mujer que pertenece al selecto grupo de centenarios y que ofrece una imagen tan alegre como entrañable.

El entorno perfecciona el ambiente. A través de la ventana se distingue parte de la Ría de Arousa, y la paz que transmiten las calles de la zona invitan a relacionar con la calidad de vida las virtudes del paisaje y la compañía que ayer disfrutaba Consuelo Vilas, natural de esta misma localidad, en una fecha tan especial para quienes la rodean y expresan con voz profunda su admiración hacia ella.

"Fue una mujer muy trabajadora, muchísimo, cumplía mañana y tarde con sus labores en el campo", comentan su hijo Andrés y su nuera Jesusa mientras Consuelo observa la tarta con atención. "Las manos quietas", le advierte Andrés antes de continuar desarrollando la historia de su longeva progenitora.

Consuelo, nacida en 1911, se dedicó fundamentalmente a las tareas propias de una labradora, llegó a disponer de dos o tres vacas, era habitual verla con una "manta" de hierba sobre la cabeza y repartía leche a los vecinos del lugar", con los cuales ha mantenido una relación excelente.

"Podemos decir, sin duda, que es amiga de todo el mundo", afirma Jesusa, que la describe como una mujer "súper amable con cualquiera y muy habladora", pero sorprende a la gente sobre todo por la "retranca" con que responde a los temas que se le plantean durante cualquier conversación.

Sin embargo, una de las actividades que más distrae y revitaliza a Consuelo es la poesía, ya que aprovecha la menor ocasión para alegrar a sus acompañantes recitando versos populares y cantares tradicionales cuya rima remarca con un cuidado absoluto.

Y mientras Consuelo canta, la mesa se cubre poco a poco de pasteles y llegan más familiares, porque no todos los días se cumple una edad como esa.