Hace medio siglo, Ramón Varela Cardalda se lanzaba a una aventura en una zona rural del Concello de Vilanova que le llevaría a convertirse no solo en el farmacéutico de la parroquia de Baión, sino en aquella persona en la que los vecinos confiaban cada vez que tenían un problema, y no siempre clínico o médico. Todo ese trabajo y saber hacer culmina en el día de hoy, con el reconocimiento que, junto a dos farmacéuticas de Lalín y Bandeira, le van a tributar sus compañeros del Colegio de Pontevedra esta tarde a partir de las 20,30 horas en su sede. Ese reconocimiento le llega siete años después de su jubilación, cuando cedió el testigo a su hija Carmen Varela.

-¿Qué supone recibir el reconocimiento de sus propios compañeros tras 50 años de profesión?

-Es un orgullo, sobre todo por llegar a esta edad y también porque es muy bonito que tus compañeros te reconozcan los años de trabajo. El mérito es más de la edad que otra cosa, pero he de reconocer que tenemos un Colegio de Farmacéuticos muy competente y que tiene un funcionamiento excelente. Por él han pasado muchos presidentes francamente buenos con los que siempre he colaborado. Ha sido medio siglo como colegiado, 50 años que dan para mucho, pero que pasan muy rápido.

-¿Qué le llevó a convertirse en farmacéutico?

-Es una historia un tanto curiosa, porque no era este mi objetivo. Por aquel entonces mi intención era estudiar mecánica náutica, pero era una profesión que a mi madre no le gustaba en absoluto. Ella era muy religiosa, y cada vez que iba a la iglesia le pedía al Sagrado Corazón de Jesús que no eligiese una profesión de mar, que estuviese en tierra. Uno de esos días en los que reiteró esa petición regresó con la impresión de que el Corazón de Jesús le había enviado una señal de que así sería, y casualmente, al día siguiente le comuniqué que iba a estudiar Farmacia. Después me vino la vocación, por lo que no me queda otra que reconocer que tanto el Sagrado Corazón de Jesús como mi madre tenían razón.

-¿Cual fue el motivo de elegir una zona rural como Baión?

-Fue un poco de aventura, incluso me decían cosas como "donde te metes". Estaba en el departamento de Galénica de la Universidad y tenía como alternativa ir al CSIC o abrir una farmacia. Opté por la segunda posibilidad porque como investigador veía que me iba a quedar donde empecé. La elección fue la correcta porque fue todo muy bien sobre todo porque la forma de conocer a la gente es muy distinta a la que puede tener una Farmacia en un casco urbano.

-¿Recuerda cómo fue aquel primer día de abril de 1964 en el que abrió las puertas de la farmacia?

-Fue muy complicado. No tenía experiencia alguna, pero conté con la colaboración de Juan Rovina, el médico que estaba aquí destinado, que era joven como yo. Pronto aprendimos a desenvolvernos. En España tenemos un sistema de salud fantástico, pero en aquellos tiempos no había casi medios. Sin Hospital de O Salnés y sin Montecelo, conseguimos dar una muy buena atención sanitaria. La gente no quería ir al hospital porque era sinónimo de que algo malo les ocurría, pero entre el médico y yo acabamos consiguiéndolo. Ahora no es así, pero antes, cuando un vecino ingresaba en el hospital iba toda la aldea a visitarlo y se llevaban hasta la comida.

-Medio siglo da para muchas anécdotas.

-En la farmacia se hace la profesión ya que tienes la enfermedad de cada paciente que pasa por aquí en la cabeza. Conoces a cada uno, incluso los problemas de cada familia. ¿Anécdotas? Muchísimas. Me han llegado a pedir un laxante para la tos cuando era un sedante, o una paciente que sufría una glucemia, pero que estaba convencida de que se iba a morir porque entendía que su afección era una leucemia.

-¿Cambió mucho Baión desde que se abrió la farmacia?

-Se mantiene bastante bien, por lo menos en lo que respecta a la fidelidad de los vecinos a la farmacia. Aquí acuden vecinos de todos los municipios de la comarca y hemos sido la farmacia de cabecera para muchos pacientes de la comarca, generación tras generación. Tienen mucha confianza porque una de nuestras características siempre ha sido la discreción.