El sector bateeiro gallego atraviesa importantes problemas, especialmente graves desde hace casi nueve meses. Los prolongados cierres de bateas a causa de la presencia de biotoxinas se combinaron peligrosamente con un duro invierno marcado por los constantes e intensos temporales, y dado que el mejillón no podía extraerse para su comercialización, el fuerte oleaje se encargó de tirarlo al fondo. De ahí que el lanzamiento al mercado de una nueva batea capaz de resistir mejor la bravura de las corrientes y preparada para mejorar las condiciones de cultivo y reducir los porcentajes de desprendimiento de molusco se antoje una buena noticia para el sector mitilicultor.

Esa es la oferta que realiza la empresa Extrumar, perteneciente al grupo empresarial Extrugasa, asentado en el Concello de Valga y capitaneado por Andrés Quintá. Desde allí resaltan que su prototipo de batea quiere "mejorar las condiciones de trabajo de los bateeiros y buscar una solución a los desprendimientos de cultivo que causan grandes pérdidas económicas a un sector tan castigado por las biotoxinas".

En la misma compañía presentan -y ya la botaron en aguas de Cabo de Cruz (Boiro)- la batea bautizada como "Extrumar II", en la que se combinan años de experiencia, investigación, desarrollo e inversión en la filial del grupo Quintá para dar como resultado un prototipo "que se adapta perfectamente a las más duras condiciones del mar y goza de una resistencia superior a las actuales plataformas flotantes".

Así pues, cuando los mejilloneros siguen de brazos cruzados en prácticamente toda Galicia, a la espera de que remitan las células tóxicas que actualmente mantienen cerrados el 75% de los polígonos bateeiros de Galicia, desde Extrumar presentan una estructura capaz de mitigar buena parte de los males que acechan al sector.

El secreto -o al menos parte del mismo, ya que la fórmula global debe ampararse en el secreto empresarial correspondiente- está en la combinación de dos materiales esenciales, como son el polietileno de alta densidad y el aluminio naval fabricado por Extrugasa, la empresa que abandera al grupo Quintá.

Explica su responsable que "el polietileno de alta densidad es un material plástico que dota a la plataforma de cierta flexibilidad", mientras que, como contrapartida, "el aluminio usado en pasarelas y correas de amarre refuerzan determinadas zonas y las hacen rígidas".

Paralelamente, en la empresa destacan el empleo de materiales no contaminantes y reciclables, lo cual, junto al bajo coste de mantenimiento, hace de la batea "Extrumar II" un artilugio flotante al que prestar especial atención.

Y no solo por las razones expuestas, sino también porque este vivero ofrece importantes posibilidades de inmersión, es decir, mayores garantías cuando el mar embravecido golpea los parques de cultivo flotantes. "En esta estructura hemos realizado pruebas de inmersión con la finalidad de proteger en caso de temporal los desprendimientos ocasionados por los golpes bruscos del mar", apostilla Andrés Quintá.

Todo ello se combina en un artefacto que incorpora los sistemas de seguridad exigidos para realizar el laboreo diario, pero también con la dotación de pasillos antideslizantes y barandillas en aluminio naval con tornillería de acero inoxidable en los que es posible emplear arnés para facilitar el laboreo en días de fuerte oleaje.

Es un prototipo de 169 metros cuadrados con capacidad para 200 cuerdas de mejillón -puede adaptarse para ostra, almeja, vieira, pulpo, oreja de mar e incluso peces- que es posible construir también con unos 500 metros cuadrados, que es la superficie utilizada en las bateas de siempre.

En Extrumar, que afrontó este proyecto sin recibir fondos públicos -únicamente con capital privado- explican también que la batea, avalada por la colaboración de diferentes productores de mejillón, ofrece la posibilidad de inmersión parcial o total, "para nivelar o hundir hasta cuatro metros". Incluso puede sumergirse desde tierra o mar con una aplicación para teléfono móvil o tablet, mediante sistema de redes telefónicas de 3G o 4G.