La boda de un amigo, Fran Pérez, llevó a Basilio Camiña Ucha a Brasil. "Viajé hasta allí para asistir a su boda y se daba la circunstancia que su suegro dirigía la ONG "Orquestrando a Vida", por lo que me propusieron quedarme para trabajar con ellos en su proyecto".

El músico meañés viajó desde Oporto con un billete de turista que le daba derecho a permanecer en el país durante tres meses, que fue los que empleó para participar en la iniciativa. "La ONG forma en su centro de Campos de Goytacazes, con una veintena de profesores, a unos 420 chicos sin recursos entre 7 y 19 años. En todo ese tiempo impartí clases de trombón, solfeo, dirigí pequeñas agrupaciones, hice de todo porque allí en realidad falta de todo", explica Basilio Camiña.

"La música -continúa- es en Campos de Goytacazes y a través de esta ONG la única oportunidad de una actividad extraescolar para esos niños, una alternativa a la que asirse para escapar del narcotráfico que allí es continuo, es muy habitual que un niño empiece a traficar en las favelas con 13 o 14 años, incluso con menos".

Desigualdades

La estructura familiar no ayuda. Según explica, allí son muy habituales los malos tratos en la pareja, la mayoría se casaron con apenas 18 o 19 años y a los 23 ya están separados.

"Las desigualdades en Brasil -prosigue Camiña- son brutales: un 10% de la población, toda ella blanca, es muy rica, con un nivel de vida superior incluso al de España; pero el 90 por ciento restante, que es población negra, es tremendamente pobre".

En el centro, el joven meañés disponía de habitación y cocina, por lo que se convirtió en su lugar de residencia durante todo ese tiempo. Por las mañanas abría sus puertas de 8 a 11 y por las tardes, que era cuando tenía más demanda, funcionaba de 14 a 18 horas. "Allí el método es muy diferente -precisa-, por mucho que les explicas comprenden menos las cosas y optan por memorizarlo todo, ensayan muchas horas repitiendo y repitiendo para aprenderse las partituras".

El mundo de las favelas impresionó al músico meañés. "Forman un núcleo cerrado y el acceso está vigilado por hombres sentados en el suelo, en viejos sofás en plena calle, todo controlado por el mundo del narcotráfico, de hecho solo puedes entrar si vas acompañado de alguien a quien ellos conozcan", declaró.

Basilio Camiña logró acceder en dos ocasiones "una acompañado por director de la ONG a quien conocían todos y otra por la madre de un narcotraficante famoso en la ciudad "y la pobreza que me encontré allí dentro es sobrecogedora". "Puede haber incluso favelas que estén enfrentadas y por ello sus gentes solo salen del núcleo vigiladas o con indicaciones sobre a qué hora deben entrar o salir por seguridad".

"Con el mundo de las favelas los gobernantes son muy populistas -continúa el meañés-. Allí como es obligatorio votar los gobernantes convencen a su gente con bebida y dinero fácil a través de subvenciones por no hacer nada, pero no hay una preocupación real por este mundo".

El fútbol, asunto nacional

Pero si algo hay importante en Brasil eso es el fútbol. "El día que juega la Selección se hace fiesta nacional -afirma-. El Mundial es prioritario, tanto que las vacaciones de 2014-15, que debían ser entre diciembre y febrero, este año las adelantan a junio para que coincidan con el Mundial de fútbol". Ante la cercanía del evento deportivo "en Río los alquileres suben día a día, incluso en algunos casos las favelas pacificadas están ofreciendo sus viviendas en alquiler". Eso sí, según confirma no se habla nada de los muertos que está ocasionando la acelerada construcción de algunos estadios.

Basilio Camiña ratifica el hecho de que en Brasil el ritmo de trabajo es distinto. "Es cierto, es mucho más relajado, quedas a una hora y lo habitual es que te aparezcan siempre media hora o una hora más tarde y sin prisas, todo es mucho más tranquilo, lo que te exaspera cuando se trata de cualquier trámite burocrático. La gente vive más al día, no piensa en que va a hacer mañana".

A la aventura en autoestop

Acabada su experiencia brasileña, el meañés decidió trasladarse a Paraguay para enrolarse en un segundo trabajo en otra ONG, en este caso dedicada a la enseñanza del inglés. "Estuve unos días en Asunción -explica- viendo cómo funcionaba la ONG pero no me convenció: era trabajar solo el sábado y para ello tenías que desplazarte a ciudades de fuera que estaban a cuatro horas de autobús, por lo que decliné la oferta, y ni empecé". De Asunción le impresionó la pobreza: "Allí todo es comercio improvisado en cualquier sitio: en la calle, en el autobús, te ofrecen de todo: comidas, zumos, estampas, etcétera."

Fracasado su intento de reengancharse a la ONG paraguaya Basilio Camiña decidió no regresar y lanzarse a la aventura para conocer el cono sur latinoamericano haciendo autoestop y durmiendo en tiendas de campaña. "Contacté con una madrileña que trabajaba en la ONG "Ecoaldeas" en Salta -apunta- y juntos recorrimos el norte de Argentina. Luego se nos unió un joven argentino y los tres dimos el salto a Chile".

Cruzar la frontera para entrar al país andino no fue fácil porque se accedía a través del desierto de Atacama. "Te exigían tener vehículo dado que la localidad más cercana quedaba a 150 kilómetros". Basilio Camiña logró hacerlo merced a un camionero chileno que accedió a subirlo en su trailer mientras que sus otros dos compañeros tuvieron que buscarse cada cual un medio. Los tres se reencontraron en San Pedro de Atacama y desde aquí recorrieron en bicicleta el Valle de la Luna además de algunas zonas del desierto.