El castro de Besomaño entra en la fase más complicada pues se trata de poner en valor unas ruinas que han pasado casi dos milenios escondidas bajo tierra y que después de tres años de minucioso trabajo arqueológico vuelven a emerger bajo los criterios de los expertos y las directrices de Patrimonio.

El equipo ha entrado en la fase de consolidación y restauración de un yacimiento que se va a convertir en el paradigma de cómo se deben conservar y dar a conocer este tipo de pequeñas metrópolis de los antiguos pobladores de Galicia.

Visitar el castro de Ribadumia consigue cuando menos llamar la atención sobre la arquitectura celta del último período, aunque los propios arqueólogos reconocen que es una figuración de lo que pudo haber sido. Muchos de los trazos reales han sido borrados por el transcurso de los años.

De ahí que las líneas maestras que permanecen en el castro, la forma en que se conservan los desmoronamientos, el color que presenta cada una de las piedras y, sobre todo, los numerosos estudios que se han realizado tanto en éste como en otros castros gallegos permitan reproducir lo que pudo haber sido el poblado ribadumiense.

Aunque en nada se pueden comparar con ruínas como las de Roma, Pompeya o Mérida, espectaculares por su monumentalidad y grado de conservación, el patrimonio celta es también digno de ser conocido, sobre todo por los amantes del turismo cultural.

De ahí que presentar los castros en su estructura más auténtica pueda ser uno de los mejores reclamos para los visitantes. Solo en O Salnés, en un radio de unos cincuenta kilómetros, puede hacerse mención al de Besomaño (Ribadumia), Adro Vello (O Grove), A Lanzada (Sanxenxo), Igrexa Vella (Catoira) sin olvidar zonas de petroglifos como Os Ballotes o las ruínas que descubre el mar en Areoso (A Illa de Arousa) o en las proximidades de San Sadurniño (Cambados).

Por tanto, la actuación que se realiza en el Monte do Castro debería ser un referente fundamental porque el equipo de arqueólogos, dirigido por Rafael Rodríguez, pretende reconstruir de un modo fiel la última etapa poblacional, teniendo como base que este yacimiento de la Edad del Hierro se mantuvo en pie durante unos seis siglos (del V o IV a.de Cristo al I o II de la actual era).

El conjunto es espectacular con cuatro zonas bien diferenciadas en un espacio de unos 20.000 metros cuadrados y con una construcción que domina sobre todas las demás, a saber la casa-patio que se encuentra a los pies de la croa.

Las claves de este yacimiento, cuya excavación cumple ahora tres años, son muy numerosas. Se puede decir que el poblado se levantó sobre un monte artificial, se rodeó con una enorme muralla cuyos restos aún se conservan, se construyeron fosos y parapetos defensivos, cuenta con zonas industriales, establos para animales, almacenes y graneros además de zonas habitacionales.

Todo ello quedará especialmente a la vista al concluir las fases de consolidación.