Fue al parecer el médico Fernández Obanza -que por cierto falleció en 2010 a los 100 años- el primero que usó la penicilina en España. Ocurrió el 10 de marzo de 1944 en A Coruña, cuando la aplicó a un enfermo con "septicemia endocardítica", que lamentablemente falleció. Aproximadamente por las mismas fechas, la niña Amparo Peinado recibió la penicilina en Madrid, pero tampoco en esta ocasión hubo curación.

El primer enfermo que oficialmente curó con la penicilina, en agosto de 1944, fue curiosamente uno de los grandes médicos españoles: el profesor Jiménez Díaz, que enfermo de neumonía, había empeorado tras la administración de sulfamidas. Algunos de sus alumnos consiguieron entonces de contrabando algunas dosis de penicilina en el conocido bar Chicote de Madrid y las trasladaron a Santander, donde se encontraba el citado profesor, consiguiendo curarle con el nuevo medicamento.

En el año 1932 había llegado a Vilagarcía un nuevo médico llamado Manuel Tourón López, de gran preparación académica, humana y cultural, y que compartía su labor en el municipio con un grupo de médicos ya conocidos en la comarca: Valentín Viqueira Torrente, Ignacio Torres Pintos, Germán Quintela Novoa, José Viqueira Barrio, Manuel Sánchez González, Rafael Pazos Rivas, Eladio Hevia Marinas, José Moreira Casal y Miguel Lafuente Casares.

Con el paso de los años se fue introduciendo en la sociedad vilagarciana hasta que un día se le presentó un caso de los que en aquella época tenía difícil solución, y que incluso en los tiempos actuales tiene sus problemas. El niño Paquito Sobrido González era hijo de un gran amigo de Tourón, Victoriano Sobrido Alés, y presentaba en el año 1944, "un cuadro de septicemia con diversos focos de osteomielitis en fémur derecho y tibia izquierda".

Es el propio protagonista el que años más tarde contaría la peripecia de su enfermedad: "Con cierta frecuencia el doctor Tourón dormía en nuestra casa pues a causa de la gravedad en que me encontraba, se temía siempre lo peor. Viendo la situación tan desesperada, y al conocer el doctor Tourón que había llegado a una institución sanitaria de Madrid una remesa de penicilina, decidió que alguien fuera a la capital para tratar de conseguir este preciado y casi desconocido medicamento". Efectivamente, en marzo de 1944 había llegado a Madrid una partida de penicilina procedente de los Estados Unidos, que según los profesores de Historia de Farmacia y Ciencias, Antonio González Bueno y Raúl Rodríguez Moral, constaba de 12 ampollas de dicho antibiótico, por un precio de 15.000 dólares, lo cual suponía 1.250 dólares de la época por cada ampolla.

Por otro lado, aunque la prensa se hacía eco de los sorprendentes éxitos de la penicilina en los heridos de la Segunda Guerra Mundial, lo cierto es que no fue hasta dicho año de 1944 en que salió el primer artículo científico en la revista española "Medicina Clínica", todo lo cual hace pensar que Tourón, ya en época tan temprana como en dicho año, estaba perfectamente al corriente del nuevo medicamento. Piensa entonces que la única posibilidad de salvar al niño era que alguien fuese a Madrid para tratar de conseguir alguna ampolla de penicilina.

Fue el profesor del colegio León XIII y padrino del niño, Emilio Lois Cerviño, el que se trasladó a la capital "para conseguir algunas dosis". Acudió al hospital a donde había llegado la partida de penicilina y tras exponer el caso se le dijo "que solo disponían de un frasco", que consistía en 100.000 unidades. Se dio cuenta entonces Emilio Lois, que no llevaba la cantidad de dinero que le pedían por el antibiótico, indicándole a los responsables del hospital "que le guardaran el medicamento mientras acudía a un banco para sacar el dinero". Tras conseguir el dinero volvió al hospital y se encontró con la contestación de que habían vendido el frasco de penicilina a un catalán.

Ante la imposibilidad de conseguir el frasco de penicilina, el profesor Lois acude al domicilio de la familia del que había sido cónsul de Inglaterra en Vilagarcia, Cameron Walker, la cual, en vista de la dramática situación del niño, recomiendan al vilagarciano que acuda a la embajada de Gran Bretaña, a la cual ellos llamaron previamente, en el convencimiento de que allí solucionarían el problema. Por fin se acercaba la solución al problema. En la embajada lo enviaron al Hospital Anglo Americano, en donde le dieron un frasco de 100.000 unidades de penicilina.

El problema que se planteaba ahora era el traslado hasta Vilagarcía, dado que en los primeros tiempos de la penicilina, esta exigía para mantener su efectividad que estuviera continuamente en estado de casi refrigeración. La única solución para un traslado adecuado era lógicamente conseguir hielo continuamente para su mantenimiento. "Para ello, se notificó a cada estación del itinerario de Madrid a Vilagarcía, por donde debía pasar el tren, que en todas las estaciones tuvieran preparado hielo para aplicárselo al frasco, cosa que funcionó tan perfectamente que el frasco llegó a Vilagarcía en perfecto estado para ser inyectado al niño Paquito".

Fue una logística perfecta, con la participación de tantos actores como estaciones había, pero que funcionó de tal forma que tras su aplicación, "el niño comenzó a mejorar y tras varias inyecciones más de penicilina y algunas intervenciones quirúrgicas pudo salvar su vida".

Esta salvación gracias al nuevo fármaco provocó que en el periódico "El Pueblo Gallego" saliese una crónica firmada por su corresponsal en Vilagarcía, Cesar Morales Ben, en la que comentaba que el tratamiento tuvo "tal éxito que puede decirse que se halla fuera de peligro, ya que a las 24 horas su mejoría fue espectacular, desapareciendo el estado hiperpirético, la angustia y la agitación del chico, recobrando el sueño".

No fue el primer niño al que se le aplicó la penicilina, pero sí que fue el primero que se salvó tras su administración tanto en Galicia como en España, gracias al buen saber de un modesto médico, Manuel Tourón, al que Vilagarcía agradecida le dedicó una calle. Tras su espectacular curación, el niño estudió en el colegio León XIII, para a continuación iniciar la carrera de Medicina en Santiago. Posteriormente ejerció su trabajo en el Hospital Juan Canalejo de A Coruña en donde alcanzó el cargo de jefe de Sección de Cirugía Torácica.