Mercedes Padín González es nieta del "cego de Padrenda", y la única persona viva de la familia en condiciones de aportar hoy un pequeño testimonio del último juglar de O Salnés. A sus 80 años Regina, que actualmente vive en Salcedo, evoca un puñado de recuerdos que conserva ligados a su abuelo, el ciego Eugenio Padín.

- ¿Qué recuerdos conserva de su abuelo Eugenio Padín?

- Pocos, porque cuando lo conocí era yo muy pequeña, apenas 5 o 6 años y vivíamos de aquella en Campolongo en Pontevedra. Mi recuerdo se limita a algunas visitas que nos hacía, en la que me cogía en brazos y me sentaba en sus rodillas diciéndome que me quería mucho. Luego recuerdo a ir a su casa en Padrenda a comer en algunas fiestas con la familia, pero de aquella el abuelo ya había muerto.

- ¿Y cómo era aquella casa?

- Era una vivienda humilde, con un pequeño porche y una parra de viña en la parte delantera. El interior tenía una cocina terreña y una gran sala que hacía las veces también de habitación. En ella recuerdo algunos de sus instrumentos colocados en una especie de baranda: el viejo acordeón, creo que una gaita, un viejo bombo... También recuerdo colgadas muchas pinturas, una de ellas decían que era del mismo Castelao.

- ¿Conserva algún recuerdo de aquella casa?

- No. Tiempo después cuando se hablaba de que el nieto que había heredado la quería vender hablamos con él para comprar la piedra de la vieja lareira que había en casa y tener un recuerdo, pero no quiso venderla.

- ¿Cuándo tuvo noción de la importancia intelectual de su abuelo?

- Fue mucho después. Trabajaba como limpiadora en el sanatorio de Santa María en Pontevedra y por aquellos años estuvo ingresada allí por una operación una señora llamada Herminia Fariña, que era una poetisa de Meaño muy reconocida en aquella época.

- Tanto que Herminia Fariña era miembro de la Real Academia Gallega.

- Sí, pero yo realmente de aquella no sabía de la importancia. Recuerdo que un día mientras limpiaba la habitación en la que estaba ingresada ella me preguntó de donde era. Cuando le dije que tenía vínculos con Meaño, en concreto en Padrenda porque era nieta del ciego, ella se sorprendió y me dijo que lo había conocido mucho. Fue aquella mujer quien me descubrió su importancia.

- ¿Recuerda que le dijo en ese momento?

- Sí, me dijo: "¿Pero tú sabes quién era tu abuelo? Tú abuelo era muy importante, era toda una eminencia". A raíz de ello, en esos días en que estuvo hospitalizada, me cogió mucho afecto por la admiración que sentía hacia el que había sido mi abuelo. Tiempo después me envió una nota manuscrita en la que hablaba de esa admiración y acompañó esa nota de un poema que ella hiciera en honor al ciego y que al parecer se había publicado en muchos sitios.

- ¿Conserva la nota y el poema que le remitió Hermina Fariña?

- Sí, los tengo aquí mismo.

- Mercedes desdobla un viejo papel y muestra la nota manuscrita fechada el 17 de noviembre de 1958 junto con el poema original. En la primera se lee:

- "A la bella señorita Merceditas Padín, nieta del inolvidable y célebre protagonista de este sencillo romance, publicado en varias revistas españolas y extranjeras como tributo de sincera admiración". Y a su lado el poema que evoca el entierro del ciego y que acaba con estos versos: "¡Cómo solloza el paisaje /dándote la despedida! / Ciego de Padrendra, ¡adiós! / ¡Que tengas luz allá arriba!"

- ¿Qué supone para usted el homenaje del viernes al que fuera su abuelo?

- Supone, sobre todo un orgullo y que se le reconozca como el hombre trabajador e importante que fue. Para mí es además una ocasión para renovar aquel tiempo de infancia, mis lazos con Padrenda y aquellos pocos recuerdos que conservo del ciego porque yo entonces era muy niña.