Poco o nada sabían de las mareas, de tamaños o tipos de almeja, de zonas de producción, de siembra, de vigilancia o del precio de este marisco en lonja, pero 12 días después del inicio de la campaña ya empiezan a apuntar maneras y en tres o cuatro horas ya logran el cupo de capturas que se establece cada día.

Saben que es una actividad sacrificada pero la encaran con la ilusión de haber encontrado un futuro laboral bastante estable pues de momento cuentan con permiso de explotación (permex) del banco marisquero de O Sarrido (Cambados) durante un año, lo que les garantiza unos ingresos estables cada día, bastante bajos debido a que las ventas de marisco han mermado a consecuencia de la crisis.

"Es un trabajo que en principio me gusta por varias razones, en particular porque soy mi propia jefa y porque deja mucho tiempo libre, pues el cupo se obtiene en tres o cuatro horas", explica una ilusionada Merchi Chaves.

Otra de sus compañeras incide en que esta actividad tiene las ventajas anteriores pero sobre todo la saca de la desesperante lista del paro, después de varias experiencias laborales como administrativa en la construcción y en el sector de transportes, así como en el gremio hostelero. "Era una parada de larga duración y las cosas estaban muy mal y, por eso, cuando surgió esta opción ni lo dudé".

Teresa Prado también expone que llegó al marisqueo por simple casualidad, pues unas compañeras le habían hablado de ello, por lo que lleva cinco años haciendo cursos y en las listas del plan de explotación. "Trabajé en el sector del textil y en congelado y conserva, pero nunca había estado en contacto con el mar", afirma esta joven cambadesa que confía en que esta actividad cubra sus expectativas de empleo "a medio plazo". "Llevaba un año con solo algunos trabajos esporádicos", recuerda.

Aún no han cobrado la primera mensualidad y ni siquiera saben cuanto les corresponderá pero si va a significar un desahogo económico para sus familias. "Tenemos hipotecas, gastos de carburante y puede que no sea suficiente para el mes pero es una ayuda necesaria para complementar la economía familiar", reconoce Merchi Chaves.

Teresa Prado también valora la estabilidad económica que les proporciona esta actividad en el banco de O Sarrido. "No es lo mismo que hace unos años, porque en estos momentos el cupo es muy pequeño, de dos kilos de almeja japónica y otros dos de fina".

Además, recalca, "también es muy importante el tamaño de la almeja que se recoja pues en función del mismo una mariscadora puede ingresar 30 euros y otra 50 en la misma jornada".

De ahí que la destreza y la veteranía sea un grado y que recuerden ya las dificultades del primer día de trabajo "en el que yo hasta iba nerviosa porque ni siquiera distinguía una especie de la otra", explica Prado.

Ahora ya van con más serenidad al banco, sobre todo, "porque nuestras compañeras veteranas también nos apoyan y nos ayudan mucho", reconoce Teresa.

También resalta su otra compañera el hecho de que se trata de una actividad "al lado de casa" por lo que "aunque no se paga lo de antes", tampoco tienen gastos importantes, salvo la compra de herramientas como el raño o los trajes de neopreno que utilizan para evitar el contacto directo con el agua.

Aún así, los inconvenientes son muchos. De siempre ha sido una labor muy sacrificada, pues el horario lo marca la naturaleza. "Dependemos de las mareas. Los primeros días bajamos a O Sarrido casi de noche y tuvimos que recurrir a linternas, pero ayer ya fuimos a las 9 de la mañana", explica Chaves.

La actividad tiene horario pero no es rígido. "Lo importante es que el cupo se haya logrado antes de las cuatro de la tarde que es cuando abre la lonja", donde se miden y pesan las capturas del día.

Respecto de los problemas de salud, todas subrayan que es un trabajo a la intemperie, con sus inconvenientes, "pero los riesgos de salud laboral son similares a los de otros trabajos".