Los armadores del cerco de Cambados que han subido hasta el golfo de Vizcaya para participar en la campaña de la anchoa están descontentos. Hay poco pescado de buen tamaño, tienen que ir a buscarlo muy lejos de la costa, con el consiguiente gasto en gasoil, y los precios en lonja apenas superan el euro por kilo.

Así las cosas, cerca de media docena de barcos del cerco que a principios de primavera fueron hasta el País Vasco ya han regresado a Cambados, y se dedican ahora a pescar sardina y jurel entre el cabo Fisterra y la isla de Sálvora. En estos momentos se han quedado en aguas del golfo vizcaíno cuatro barcos cambadeses, el Galaico, el Nolito y los dos Caprichos. El patrón del primero de ellos se muestra muy desencantado. "Tenemos que trabajar a mucha distancia de la costa, y si resulta que los barcos pescan bien al llegar a tierra el precio cae en picado", afirma Jorge Costa.

Este armador sostiene que hay días en que gasta más de 800 euros en gasoil –lo obtienen a un precio que oscila entre los 0,65 y los 0,70 céntimos el litro, y en su caso gasta unos 1.200 litros al día, "a pesar de que el motor de mi barco es pequeño"– y que tampoco se ve anchoa de tamaño grande. Por ello comprende que buena parte de la flota gallega haya decidido emprender el camino de regreso.

Tampoco está contento Tomás Trigo, del Nolito. "El pescado que encontramos es pequeño y hay que ir a buscarlo a 70 millas de tierra. Eso supone ocho horas de navegación y un gasto muy fuerte en gasoil. Y después llegas a tierra y vendes a 1,05 céntimos, así que hay muchos días en que no cubres gastos".

Incluso hay barcos que ya ni siquiera se animaron a subir, como el Costa Cordal. "El año pasado fueron ocho días, pero vieron que el pescado era pequeño y se vinieron de vuelta. Este año ya ni siquiera quisieron subir porque las expectativas no eran buenas", cuenta Ángel Costa.

El bocarte –especie de la que se obtiene la anchoa tras su transformación en tierra– fue tradicionalmente una gran fuente de ingresos para armadores y marineros. En el recuerdo de estos aún perviven las costeras en las que se podía ganar al cambio unos 3.000 euros al mes. Pero la situación ha cambiado mucho. El recurso fue a menos –hasta el extremo de que la captura de la anchoa estuvo vedada varios años a mediados de la década pasada– y las ganancias se han reducido drásticamente. Mientras, en Galicia, los cerqueros trabajan estos días fundamentalmente la sardina y el jurel.