De todas estas donaciones, la más conocida gracias al testamento de su benefactor, fue la de Joaquín Torrado Barrenechea, que el día 2 de junio de 1922 manifestaba ante el notario José Barreiro Meiro la declaración de que "era natural y vecino de la villa de Cambados –provincia de Pontevedra-, hijo de don José y doña Eulalia, de sesenta y cuatro años, soltero, y propietario". Posteriormente garantizaron todo el proceso testamentario tres albaceas, Jesús Rodríguez Cadarso. Párroco de Cambados, Atilano Vidal, por entonces Registrador de la Propiedad, y el abogado Fernando Botana.

Con anterioridad a dicho año de 1922, debió existir, aunque no con el nombre exacto de asilo, un centro religioso dirigido y mantenido por monjas, que se dedicaban a cuidar ancianos desamparados.

Ello se deduce de una cláusula del citado testamento en la que Joaquín Torrado manifiesta, "no tener ascendientes ni descendientes, por lo cual puede disponer libremente de todos sus bienes, y con tal facultad quiere realizarlo de la manera más trascendental y útil a los verdaderos intereses de la humanidad, a cuyo fin se encamina esta disposición, por la que aporta su pequeño óbolo, y en consecuencia, con tal fin, recomienda e impone "al director espiritual y Hermanas de los Ancianos Desamparados a que luego aludirá la introducción y dirección encaminada al fin principal de la salvación de los asilados".

Calle del Príncipe

Joaquín Torrado cedía por dicho documento su casa situada en la calle del Príncipe, "que linda al frente de la calle, espalda carretera de Gondar a Vilagarcía, derecha huerta de los señores Izquierdo, e izquierda casas de Doña Isabel Pérez y de herederos de don Luis Sánchez", para un Asilo del término de Cambados, de lo que se deduce, que solo los ancianos del municipio tendrían derecho a ingresar en dicha institución.

Según el cronista Sánchez Peña, la casa en sí no tenía mucho valor artístico, aunque disponía de bastante terreno con una buena huerta con dos escudos en la parte frontal. La había edificado en el año 1740 su antecesor "el escribano del Reino Joaquín Antonio Torrado allá por el año 1740".

Aprovecha este dato para narrar una pequeña historia relacionada con la casa: "cuando la invasión francesa vinieron a Cambados algunos forajidos que se dedicaban al saqueo de iglesias y casas señoriales con la intención de incautarse de cuadros y joyas artísticas, y como no encontraron nada de lo que buscaban, gracias a la previsión de algunos señores, se ocuparon en maltratar a los vecinos, acribillando a balazos, entre otros a un criado de Torrado o de su pariente Albuerne. Torrado, que era el que mangoneaba el Ayuntamiento, se metió en un pozo escalonado que aun hoy se existe en el corral. La puerta aun está en buen estado, viéndose los sitios de las balas por la parte de adentro, pues por fuera le pusieron unos listones".

Según relata quién vivió en dicho pazo de niña, en la década de los años 30, Engracia Vidal Estevez, "era un caserón vello, sen auga corrente, sen baño espacioso para un matrimonio con dous fillos, e unha finca grande e fermosa".

Para la puesta en marcha del asilo, Joaquín Torrado contaba no solamente con su casa sino, con los muebles de su propiedad además de las donaciones tanto de algún inmueble como en dinero de los también cambadeses, Balbanera Izquierdo Zárate y Benito Güimil, que previamente habían hecho estas cesiones.

Especial importancia para Cambados tiene la figura de Balbanera Izquierdo Zárate, viuda de Figueroa, que a su muerte repartió su herencia en tres partes: para la Iglesia Católica, los pobres de Cambados y el Asilo de Pontevedra. De las muchas posesiones de la que fue marquesa de Figueroa, da fe el hecho de que en sus propiedades se construyó el Parador Nacional, el colegio Antonio Magariños, donando además el terreno donde se construyó el edificio de la Juventud Católica.

La continuidad del asilo trataba de asegurarla Joaquín Torrado con la venta de algunos bienes de otras propiedades suyas, con cuyo dinero se comprarían "láminas intransferibles de la Deuda, que se pondrán a nombre del Asilo de pobres desamparados del término de Cambados, y los intereses que produzcan se destinarán, la vigésima parte a crecer el capital, y el remanente se dedicará a sostener las cargas del Asilo".

Como además preveía que la puesta en marcha del asilo no sería inmediata, ordenaba que "mientras no se instale el Asilo, de la finca destinada para esto, y descritas en la clausula anterior tercera, el producto de tal inmueble, y los intereses que produzcan los títulos de la Deuda se destinarán, tres cuartas partes de todos estos productos a acumularlos al capital hasta el día que pueda instalarse el indicado Asilo, bien sea con ello, solo o acumulado a esto lo que al mismo fin han dejado Doña Balbanera Zárate y don Benito Güimil".

Inauguración

De acuerdo con un recorte de prensa de marzo de 1939, proporcionado por Pita González, el asilo se inauguró el domingo anterior a dicha fecha, y al acto asistieron "la Reverenda Madre provincial de las Hermanitas de los Pobres, su secretaria y una representación de la Comunidad del Asilo de esta capital", lo que hace suponer que esta referencia periodística salió en un diario de Pontevedra.

Comenta dicha nota que "las casas todas de la villa se engalanaron con cortinas y se dispararon salvas de atronadoras bombas a la llegada de las Hermanitas. Todas las autoridades cambadesas y una multitud enorme de público, las esperaban y las acompañaron en manifestación imponente a la iglesia parroquial" en donde predicó el famoso cura don Jesús Rodríguez Cadarso".

Una nota manuscrita del padre de la citada Pita, don José González Fraga, señala que debieron ser 12 las camas que disponía el recién inaugurado asilo, y que fue el día 19 de marzo cuando las citadas monjas tomaron posesión del Asilo "en la casa donada por Don Joaquín Torrado".

Anota la ya citada Engracia Vidal que "lembro a visita á casa convertida en Asilo, e ver ás ringleiras de camas brancas, aos meus nove anos parencianme moitas, e parece que non pasan da ducia". Recuerda así mismo dos de las monjas que hicieron posible su puesta en marcha y mantenimiento, Sor Amable que llegó en muletas y Sor Liduwina dotada de una inteligencia natural extraordinaria y verdadero sostén del Asilo. Ya posteriormente se inauguraría el actual Asilo o Residencia de la Tercera Edad en el palacio del marqués de Montesacro en Santo Tomé do Mar, de la que nos ocuparemos en breve tiempo.