Mar Barral es una de esas personas que puede presumir de vivir de lo que realmente le gusta. Aunque como a otros sectores, la crisis también ha llegado al suyo, por el momento esta carrilexa consigue salir adelante gracias a las piezas de cerámica que fabrica artesanalmente.

–¿Cuanto tiempo lleva trabajando como ceramista?

–En 1.999 monté mi primer taller en Carril. Había estudiado Magisterio, pero cuando terminé coincidió que hubo una temporada en la que no se convocaron oposiciones. En ese tiempo empecé a hacer algunos cursos de cerámica, a conocerla, y me entró el gusanillo.

–¿Qué tipo de piezas realiza?

–Hago tanto piezas utilitarias como decorativas, y también algo de bisutería. Pero no se trata en ningún caso del típico vaso o plato. Todas mis piezas tienen algo ornamental, ya sean relojes, salvamanteles o chupeteros para niños. También hago muchos trofeos, y piezas personalizadas.

–¿Puede explicar lo de las piezas personalizadas?

–Son trabajos hechos prácticamente al gusto del consumidor, como álbumes de fotos con el nombre del niño y un montaje especial.

–¿Recibe muchos encargos?

–La verdad es que en estos momentos son bastante bajos. Siempre hay alguna boda o bautizo para el que me encargan unos detalles específicos. Pero también es cierto que esta no es la época más fuerte, y normalmente es de cara a la primavera, cuando empiezan las comuniones, cuando suelo tener más encargos. De momento el próximo trabajo que tengo en vista es el trofeo para la Vilagarcía Basket Cup, que llevo haciendo desde hace ocho o nueve años. Es una pieza bastante grande que requiere mucho tiempo de secado, y es un trabajo delicado. Así que empezaré pronto, porque no me gusta dejar las cosas para el último momento.

–El comercio vilagarciano acusa un importante descenso de ventas. En su caso, ¿cómo le afecta la crisis?

–Mi situación es la misma que la de todo el mundo. Voy aguantando y buscando ideas. Pero está claro que lo que yo ofrezco no son artículos de primera necesidad. No pertenezco al sector de la alimentación, ni al de la ropa o el calzado. Y para salir adelante hay que intentar ofrecer cosas diferentes.

–¿Consigue salir adelante solamente con su cerámica?

–No solo. También he dado algunas clases. La enseñanza me gusta mucho, y tengo algún proyecto en mente en ese sentido.

–Pese a las dificultades, la tienda que tiene en el centro de Vilagarcía se mantiene.

–Eso es lo que más me pesa. Pero no puedo prescindir de ella, porque es mi escaparate, la manera de dar a conocer mi trabajo. Pero estoy empezando a buscar otras vías. En estos momentos preparo una exposición itinerante y colectiva de cerámica artística que recorrerá toda España.

–¿No ha pensado en la venta a través de internet?

–Me están rehaciendo la página web, porque es un campo en el que sí que veo salidas.

–¿Podría explicar el proceso que sigue en la realización de sus obras?

–Tiene distintas fases, y en muchos sentidos no es un proceso que puedas controlar. Primero hay que diseñar y hacer la pieza, luego dejarla secar, a continuación lijarla, cocerla, esmaltarla y meterla otra vez al horno. Y en el caso de las piezas de bisutería, después de todo eso viene el montaje. Pero los tiempos son muy variables, porque el secado depende mucho de las condiciones meteorológicas. No es un proceso que puedas apurar. Tiene que ser un secado lento, porque si no las piezas pueden reventar. Solo ese proceso puede llevar varios días.

–¿Por qué precio es posible tener una pieza suya?

–El abanico es muy amplio. La pieza más barata que tengo es un colgador para móvil que cuesta cuatro euros, y la más cara un torso de 300 euros.

–¿Mantiene su taller en Carril?

–El año pasado lo trasladé a Catoira, porque el local de Carril era una casa de difícil acceso y no tenía mucho espacio. El de ahora es más amplio, con una zona de exposición. Lo he incluido en el proyecto Obradoiros Abertos de la Asociación Galega de Artesáns, y empezaré a organizar visitas. Estoy preparando un vídeo sobre el proceso de trabajo para proyectarlo.