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Ceferino de Blas.

El álbum social del 53

Escribía Azorín sobre los periódicos que es del máximo interés leer una información el día en que se publica, pero releerla cuando pasen cincuenta años produce una sensación más intensa. Entonces la noticia se ha convertido en historia y admite todo tipo de interpretaciones.

Aunque habrá quien discuta la afirmación al maestro del 98, a veces conviene traerla a cuento. Es el caso de los libros antiguos de argumento informativo. Un ejemplo es el "Álbum de la sociedad de Vigo de 1953-1954". Un periodo, como se dice en el prólogo, de "magnas realidades en la vida viguesa".

El vocablo social tenía en la época unas connotaciones distintas a como se interpreta ahora. Era la vida en sociedad, el prestigio, el brillo, mientras en la actualidad se entiende como el compromiso con la gente, el activismo reivindicativo.

A partir de ese supuesto conceptual, la primera pregunta que viene al caso es, cómo los vigueses, en plena posguerra -aunque la ciudad nunca haya tenido cerca el frente bélico- se permitían el lujo de ver editado un libro, de magnífico formato, sobre los principales personajes de la vida local.

La respuesta es que, desaparecida la revista "Vida Gallega", que desde 1909 recogía en fotos los acontecimientos sociales, le pareció oportuno al editor tomar el relevo.

En Vigo existía una tradición de libros ilustrados, que en los años veinte había cultivado PPKO -el primero de 1923, "Catálogo de Vigo"-, cuyas iniciales ediciones son joyas bibliográficas.

El álbum contiene las fotos y biografías de más de un centenar de vigueses, bajo el epígrafe de "valores contemporáneos". Además incluye un apunte histórico de la ciudad y su visión gráfica, una relación de figuras ilustres, y el catálogo de organismos y entidades con todos sus directivos.

Es un muestrario de las caras más conocidas de mediados del siglo pasado. Enumera los cargos públicos con su respectivo currículum, y responde a la pregunta de quiénes se consideraban los más importantes.

No eran los deportistas. Aunque en las biografías de los personajes se incluyen referencias de los que practicaban deportes, como el cónsul de EEUU, W. Gerald G. Jones, no aparece ningún deportista.

Es sabido que cinco años atrás se produjo en Vigo el fichaje más caro de la historia del fútbol español. Los jugadores Miguel Muñoz y Pahíño fueron traspasados al Real Madrid por la fabulosa cifra de un millón de pesetas, entonces solo concebible en los clubes ingleses.

Pues bien, con un R. C. Celta en su mejor etapa, ni los futbolistas más afamados ni ninguno de los deportistas vigueses, en una ciudad en la que abundaban -remo, vela, atletismo, basquet, ciclismo-, fue incluido en el álbum.

Tampoco aparecen artistas: ni plásticos, ni de las artes escénicas, ni músicos. Solo figuran un personaje entonces muy famoso, que podría relacionarse con las artes, el productor cinematográfico Cesáreo González, y el fotógrafo Jaime Pacheco?

Es llamativa esta ausencia de deportistas y artistas, que contrasta con la relevancia con que han llegado algunos de ellos a la actualidad.

Lo mismo ocurre con los escritores y periodistas que se consignan, en un tiempo granado de literatos. Sólo aparecen: José María Castroviejo, director de "El Pueblo Gallego", Francisco Leal Insua, del FARO, y los poetas Julio Sigüenza, y Celso Emilio Ferreiro.

Entre los datos curiosos, está la presencia del farmacéutico Domingo Fernández del Riego, que contrasta con la ausencia de su hermano, el más famoso del apellido, don Paco, muy activo en la vida literaria y editorial viguesa desde la fundación de "Galaxia".

En el comparativo de género, es ingente la prevalencia del elemento masculino, frente a la nula presencia femenina -había mujeres significadas: Olimpia Valencia, Consuelo Burell, Julia Minguillón, Pilar G. del Fresco...- que revela que la mujer, como protagonista del devenir de Vigo, no era tenida en consideración.

En el computo de los socialmente más influyentes, por número de representantes, aparecen en primer lugar los médicos. Eran tiempos en que la profesión gozaba de alta estima. Tras ellos, son los abogados los que más suman, y por sectores, los industriales.

Algunos de aquellos nombres se siguen recordando y se encuentran en citas bibliográficas o informativas, pero la inmensa mayoría, de todas las profesiones y sectores, es como si no hubieran existido.

De los cargos oficiales, apenas se recuerda ningún nombre. Prácticamente, todos los protagonistas han muerto, aunque perviven apellidos sonoros de la época, y la descendencia de otras sagas locales que han tomado el relevo,

Estos viejos libros, que solo se encuentran en librerías de segunda mano, bibliotecas especializadas o de particulares interesados en el pasado local, describen una realidad que, años después, se ve de otra forma.

Se conocen los personajes de un tiempo dado: quienes han tenido recorrido y quienes se han sumido en el olvido. Sirven asimismo para saber de la historia de la ciudad -de la que habrá que expurgar lo subjetivo e interpretativo-, y de la sociología del periodo en que se fijan.

Porque los criterios interpretativos mudan con las circunstancias en las que se ven envueltas las personas y con las modas y las épocas. Lo que en un momento dado es válido, e incluso parece inextinguible, con el paso de los años se modifica y pierde vigencia.

Un repaso del "Álbum de la sociedad viguesa de 1953-1954" confirma lo efímero que puede ser el grado de aprecio y popularidad que gozan las personas.

La conclusión, que a nadie se le oculta, es que solo superan las circunstancias del tiempo que transcurre aquellos personajes realmente importantes: por la propia valía y por la obra que legan. La inmensa mayoría no supera la actualidad coyuntural que vive.

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