A juzgar por las estadísticas más recientes, y por las declaraciones de algunos/as sociólogos, una de las amenazas en ascenso afecta directamente a los segmentos más jóvenes del país. Se trata de todo tipo de agresiones, desde las sexuales hasta las escolares pasando por las que determinados entornos, de comunicación y de otros tipos, desencadenan cada vez con más frecuencia e incidencia entre adolescentes de doce a catorce años sin que a pesar de los intentos, y de los avances legislativos, se hayan reducido los riesgos. Más bien al revés.
Y es que, si se analizan muchos de los estudios publicados y procedentes de fuentes distintas, son cada vez más los chicos o las chicas objeto de acoso escolar, cada vez más numerosos los miserables que hacen uso de las nuevas tecnologías para difundir imágenes o historias humillantes y degradantes para compañeros, amigos e incluso parejas. Y aún amenazas diversas hacia menores o denunciantes sin una protección que haya dado con la tecla que prevenga, y resuelva, estos y otros males. Que, además, se ramifican en especies distintas, cada cual peor.
En este punto -que entra de lleno en el campo de lo que debería ser Política con mayúsculas en cuanto que afecta al bienestar y seguridad de muchas personas- es probable que no falten quienes consideren "excesiva" la descripción, cuando no un intento de "criminalizar" a sectores que suelen ser receptivos a la disconformidad y los mensajes simplistas sobre la necesidad de cambios radicales para "cambiar el mundo". Pero unos y otros cometerían un error: en lo primero porque las cifras no dejan lugar a dudas y en lo segundo no hay más que dialogar con colectivos juveniles para darse cuenta de que hay motivo de alarma.
Es verdad que la cuestión es muy compleja, que a ella contribuyen factores de todo tipo, desde los familiares a los educativos pasando por los que podrían llamarse elementos ambientales. Y una progresiva pérdida de valores -de cualquier valor, la verdad sea dicha- y con ello un incremento galopante del pesimismo y la desesperanza. Por eso cumple reclamar, sin más demora, no tanto más normas, aunque sin descartarlas, de protección cuanto mayor y mejor aplicación de las existentes. Y un análisis serio y profundo del problema.
Todo esto sucede mientras el oficio político se dedica a destriparse por asuntos que caen directamente en un terreno -la ética- en el que pocos son los que pueden presumir. Por eso, sin establecer comparaciones, ocurre que mientras los curricula son a día de hoy tema de escándalo, pasa sin pena ni gloria que, por ejemplo, una serie de canallas publican eso de "tus padres no te quieren, eres adoptado" que denigra a la parte de la sociedad que lo silencia. Y eso, como otras cosas, se ampara por algunos en el marco de una "libertad de expresión" que no es sino una mala excusa para hacer daño a inocentes. Y quienes se indignan por las supercherías, ni se inmutan por cuanta basura puede verse a diario y que está deteriorando, puede que sin remedio, una norma básica para ña convivencia como es el respeto. Y ya siendo hora de que una sociedad democrática entienda que hay campos en los que eso de que "prevenir es mejor que curar" resulta una verdad absoluta.
¿Eh??