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la mirada

A vaquiña polo que vale

| Génova y Ferraz . La cumbre que reunió a comienzos de la semana a los presidentes de Galicia, Aragón, Castilla y León y Asturias valió la pena a la vista de la reacción de Valencia y Extremadura. Sus presidentes, Ximo Puig y Guillerms Fernández Vara, se han puesto nerviosos y han arremetido contra el hecho de que cuatro comunidades, con luz y taquígrafos, pongan en común sus intereses de cara a la revisión de la financiación autonómica. Es por falta de costumbre porque es la primera vez que cuatro comunidades se alían para defender intereses compartidos: hay que valorar el coste de la sanidad y la educación en función de la dispersión y el envejecimiento de la población. También es la primera vez que dos comunidade gobernadas por el PP (Galicia y Castilla y León) y dos lideradas por el PSOE (Asturias y Aragón) se unen para advertir a sus jefes en Madrid: no ejerceremos de comparsas, no 'compraremos' a las primeras de cambio el argumentario que envíe Génova y Ferraz para apoyar o rechazar la reforma de la financiación. Quieren participar en la negociación, y acudirán a las sesiones del Consejo de Política Fiscal a defender los intereses de sus territorios, dejando en la puerta la bandera de partido. Puig y Vara han seguido con interés la cita de León, pero también ha sido máxima la expectación en los cuarteles generales de PP y PSOE porque Alberto Núñez Feijóo, Juan Vicente Herrera, Javier Fernández y Javier Lambán han sido muy claritos: "A vaquiña polo que vale". El presidente gallego concurrió a las últimas elecciones autonómicas, trascendiendo a las siglas de su partido, y presentándose como el "militante de Galicia". La negociación de la financiación autonómica será su oportunidad de oro para demostrar que aquella frase es algo más que un eslogan. No lo tendrá fácil. Frente al lobby de Galicia, Asturias, Aragón y Castilla y León, comunidades como Madrid, Baleares y Cataluña, con economías más potentes, defienden que debe recibir más fondos, quien más recaude. Y Andalucía, como comunidad muy poblada que es, quiere que el coste de los servicios se defina en función del número de los vecinos, sin entrar en detalles de si son muy mayores o viven muy lejos los unos de otros. Valencia y Murcia, por su parte, exigen una quita a la deuda autonómica porque entienden que por culpa de la infrafinanciación del actual sistema tuvieron que endeudarse más que los demás. Cuadrar intereses tan dispares resultará imposible. Habrá vencedores y perdedores. No pasará nada si son políticos, pero los que deben salir indemnes son los ciudadanos, que tienen derecho al mismo servicio público de calidad, vivan donde vivan: Galicia o Cataluña, ciudad o aldea, norte o sur.

| Futuro . Nuestros abuelos y nuestros padres criaron a sus hijos con la expectativa de que tendrían un futuro mejor, y en la mayoría de los casos, fue así. Para que fuese posible, muchos emigraron y muchos pasaron estreches para que su descendencia tuviese la educación a la que ellos no pudieron acceder. La formación, nos enseñaron, era la garantía de una vida mejor. La puerta de acceso a un piso, Sa un coche, a vacaciones con billete de avión incluido todos los veranos e incluso a una casa en la playa. Los padres podían morirse tranquilos porque habían cumplido con su misión en la vida. Ellos habían prosperado y sus hijos también. Vivían mejor que ellos y sus abuelos. Sin embargo, la crisis económica quebró esta creencia generalizada, de la que no se hablaba, pero que en nuestro subconsciente tenemos grabada a fuego: ascenso social. Los jóvenes de hoy son, quizás, el colectivo, que más ha sufrido el coste de la crisis: paro, precariedad laboral, emigración... En junio de 2017, el economista Joaquín Estefanía daba una conferencia en el Club Faro y sentenciaba: "Nuestros hijos ya están viviendo peor que nosotros [sus padres]; algo que no ocurría desde la segunda guerra mundial ... No es una generación perdida, pero sí les han robado el futuro y es una anomalía histórica". Evidencia de que así es son los médicos de Atención Primaria que recién salidos de la facultad sobreviven, muchos en casa de sus padres, encadenando contratos por horas, contratos de lunes a viernes, y enganchando la consulta en el centro de salud con guardias interminables en los Puntos de Atención Continuada. Y todo sin derecho a vacaciones pagadas, y pendientes del teléfono porque al Sergas, cuando llama para una sustitución, no se le puede decir que no... Se llaman a sí mismos "temporeros de la sanidad" porque tienen asegurado el trabajo en los meses de verano, cuando los facultativos con plaza se van de vacaciones, o "médicos errantes" porque el lunes pasan consulta en Redondela, y al día siguiente en Ponteareas, así hasta recorrerse todos los centros de salud de su área sanitaria ... Nada tiene que ver este relato con los tiempos de los abuelos, cuando el poder del pueblo pasaba por el alcalde, el cura, el médico y el boticario. No queremos volver al pasado, pero muchos padres se preguntan: "¿qué ha fallado si me deslomé para que mi hijo estudiara una carrera, la de Medicina, y ahora no se va de casa, y su opción de un futuro mejor pasa por irse a Suecia? ¡Si yo emigré para que precisamente él no tuviera que hacer las maletas!" Y los hijos piensan: "¿Estudié seis años de carrera, un año de MIR y cuatro años de residencia para firmar "56 contratos de día en 2 meses" o para que "mi contrato más corto fuese de 7 horas y el más largo de un mes"? ¿Qué expectativas les ofrecemos a los estudiantes que ahora en el Bachillerato tienen que dejarse las pestañas en el escritorio porque Medicina exige la nota de corte más alta para entrar en la Facultad? ¿Podemos decirles: "estudia hijo que tendrás recompensa", "valdrá la pena tanto esfuerzo"? Y no hablamos solo de Medicina. Enfermeras, investigadores en la Universidad, ... también sufren la precariedad laboral y la incerteza de no saber si algún día podrán aspirar a comprarse una casa, a formar una familia, ... en definitiva tener una vida propia. Si ellos no tienen futuro, Galicia tampoco. Ése es el drama.

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