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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La audacia

Está visto que el equipo de dirección del "nuevo" PSdeG-PSOE ha tomado al pie de la letra el deseo confeso y explícito de su secretario general -resumido, quitarle las comillas al adjetivo- y hacer, allí donde ha podido, tabla rasa de lo anterior. Cierto que aún sobrevive una buena parte de la estructura anterior en tres de las cuatro provincias, pero eso no se debe a la generosidad del secretario xeral, sino sencillamente a que sus más fieles seguidores no han logrado el objetivo señalado por su jefe, y habrá que esperar a ver si con ese panorama don Gonzalo podrá maniobrar.

Sea como fuere, su horizonte no será fácil. En primer lugar porque no ha cumplido con una necesidad perentoria: buscar el máximo de integración para curar cuanto antes las heridas internas que hay en su partido; y esto no es un reproche infundado: dejó fuera a los partidarios de su rival directo Villoslada e incluso a los de su aliado Leiceaga y allí donde pudo -en Ourense-, ordenó enviar extramuros a los de Pachi Vázquez. No parece el mejor modo de hacer amigos ni curar llagas, menesteres que resultan de obligado cumplimiento en tan agitado contexto.

Dicho eso, y sin otro ánimo que exponer un punto de vista personal, el secretario xeral del PSdeG parece, por sus primeras declaraciones y arengas, decidido a calcar la fase más aguda del acercamiento, siquiera aparente, de Pedro Sánchez a Podemos, cuando quiso parecer más de izquierdas aún que Pablo Iglesias antes de verse obligado a recular ante el disparate electoral que suponía. Aquí y ahora, Caballero quiere hacer de Feijóo otro Rajoy y de la oposición un frente unido con él a la cabeza: la táctica semeja tan errónea como la elección de objetivos.

Hay todavía otra reflexión que formular. La historia reciente de su partido, y también -aunque quizá no tan actual- la de otros demuestra que un responsable de partido, y en teoría candidato a la presidencia de su comunidad, no puede realizar su tarea de forma debida si no es desde el Parlamento. Y la condición de diputado no la tiene, lo que debería obligarle a una segunda lectura sobre su inicial pretensión de dejar como está la situación. Y no le serviría una plaza en el Senado si la hubiera, porque está lejos y, se diga lo que se quiera, no es relevante más que para cobrar.

Es cierto que don Gonzalo ha sido audaz, y que hasta ahora se ha cumplido en él el adagio latino según el cual fortuna audentes iuvat. Pero dicho con todo respeto, debería meditar muy despacio que la audacia, en cualquier actividad humana, no puede convertirse en regla porque la suerte no es eterna. Y en la vida política conviene combinarla con la prudencia para evitar males mayores y la confusión con la temeridad. Porque, en tiempos revueltos como éstos, la sociedad no quiere correr más riesgos que los estrictamente necesarios y que además no puedan evitarse en forma alguna; y no porque sea cobarde, sino cauta. Quien no entienda eso debería dedicarse a otra cosa.

¿No??

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