Si alguien no demuestra lo contrario, el turismo a Cíes comienza en 1920 y está relacionado con la compañía "Vapores Correos de Pasaje y Turismo". Una empresa que se define "creada para el progreso de Vigo", que realiza excursiones por la ría. Es el vapor "Puebla" de esta naviera el primero que traslada excursionistas a la isla Norte de Cíes, donde permanecen varias horas, el 1 de agosto. El precio del billete es de 2.50 pesetas.

Las Cíes, consideradas "inhospitalarias", en expresión de Amado Villar (Villavril), el escritor hispano argentino, amigo de Borges, que ejerció el periodismo en Vigo, no entraban en el itinerario habitual de los viajes por la ría.

Es al final de la I Guerra Mundial, y tras la iniciativa del cónsul inglés Nightingale de construir un monumento a los marinos muertos, cuando algunos vigueses se fijan en ellas como lugar de destino de ocio.

El 5 de febrero de 1920 realizaron una visita los miembros de la comisión pro monumento, que presidía Tomás Mirambell, para observar las condiciones de su construcción.

Pero el emplazamiento es desechado, por la complejidad del lugar, y sustituido por Monteferro, donde se levanta el Monumento a la Marina Universal desde 1928.

Fue a raíz de la visita de la comisión cuando se programó la primera gira turística a la isla Norte, para el 6 de junio, que no pudo efectuarse por las condiciones del tiempo.

Hasta entonces, y a lo largo del siguiente trienio, las excursiones veraniegas más frecuentes por la ría de "Vapores de Pasaje" eran a la isla de San Simón, donde se desembarcaba. Este viaje se completaba con el paso por la Base Naval de Ríos, San Adrián, Domaio, Moaña y Cangas. El billete costaba 2 pesetas.

Antes que "Vapores", otras navieras realizaban el viaje a San Simón, hasta entonces el destino más atractivo. Y seguirán haciéndolo.

Es en los años veinte cuando el fenómeno del turismo de paisaje comienza su lento proceso, y también el inicio de la sensibilización hacia la naturaleza, poco respetada. Hay dos ejemplos que lo demuestran, en la propia publicidad que difundía "Vapores de Pasaje".

Uno alude a la isla de San Simón. La visita al Lazareto se reduce a recorrer el interior de la isla, y se advertía: "Sin abusar de esta bondadosa concesión".

Otro se refiere a Cíes, tras dos grandes excursiones que llegaron el 24 de julio de 1923. Una había salido por la mañana y otra a las 3,30 de la tarde. Se habían animado más de cien familias -las jiras eran entonces familiares-, y dado el éxito se organiza la del domingo siguiente.

Pero se recomienda a los expedicionarios que "no causen daño a la poca vegetación" que sirve para alimentar a los animales de los colonos que residen en la isla Norte, "casi todos pobres". El domingo anterior, se habían provocado fuegos, causando mortandad en cuevas de conejos.

Los excursionistas tenían servicio de cantina en los barcos y de fonda en la propia isla para los que no llevasen comida.

He aquí el menú a servir en las Cíes. Pollo con arroz. Pulpo a la Marinera. Filetes de merluza con ensalada. Bisteck con patatas fritas.

A partir de 1923, las excursiones a las Cíes están consolidadas. El 7 de julio lo recuerda esta nota. "Mañana domingo se reanudan las excursiones hasta las islas Cíes, en los Vapores de Pasaje y Turismo (?) Eran esperadas con verdadera impaciencia por los aficionados a viajar por nuestra imponderable ría".

Cíes no causaba el mismo asombro que ahora, en una sociedad más rural, con un entorno natural espectacular como el de la ría, sin el fuerte urbanismo y la industrialización que hacen apreciar más la naturaleza.

Pero era tal la belleza que encerraban que, en cuanto se ofreció a los vigueses la posibilidad de hacer excursiones turísticas a Cíes, "Vapores de Pasajes" comenzó a generalizar los viajes durante el verano. Las visitas a las islas comienzan a convertirse en un fenómeno estival. Después llegaron los turistas del exterior con todas sus ventajas y sus riesgos.

En la actualidad, la espectacular demanda de Cíes, que se han convertido en el segundo "monumento" más visitado de Galicia, tras la catedral de Santiago, obliga a un drástico control de visitantes por el daño que puedan causar a la conservación del medio ambiente.

La masificación es un peligro que se debe precaver para que, bajo ningún concepto, las Cíes se "urbanicen" y pierdan su encanto salvaje. Si es preciso, además de reducir el número de visitantes, habrá que enseñar a los que a allí acuden las normas mínimas de respeto y reverencia con que hay que ir a las islas. Como hacía "Vapores" en sus anuncios en el pasado.