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Joaquín Rábago.

La trama rusa

Lamento defraudar al lector que, al leer el título de esta columna, esperase una nueva andanada contra el pérfido Kremlin por sus supuestas interferencias en las elecciones catalanas. De un tiempo a esta parte, los medios nacionales e internacionales, y un diario de Madrid en particular, no dejan de hablar de injerencias de los rusos en elecciones ajenas sin aportar demasiadas pruebas.

La cosa ha alcanzado también aquí tal magnitud que la portavoz en el Congreso del PSOE ha llegado a presentar una interpelación al Gobierno del PP sobre el tema. "Que existe el riesgo, según nos informan muy fundadamente los medios de comunicación, de esas interferencias extranjeras requiere que se informe", reclamó esa dirigente.

¿Fundadamente? En medio de tanta intoxicación general, del ruido cada vez más insufrible de las llamadas redes sociales, es aconsejable tender, en este como en muchos otros casos, al escepticismo.

Desde la elección de la presidencia de EE UU de Donald Trump, asistimos a una especie de nueva guerra fría en la que la desinformación de uno y otro lado - o ¿es que solo desinforman los rusos?- alcanza nuevas cotas.

La antipática Rusia de Putin, sobre todo después de su anexión de Crimea, se ha convertido en el chivo expiatorio perfecto para quienes tratan de rehuir su propia responsabilidad.

¿Ayudaron los rusos a la victoria de Donald Trump sobre Hillary Clinton? ¿Actuaron los ciberpiratas siguiendo instrucciones directas del Kremlin para hundir a la candidata demócrata? No parece en cualquier caso que Estados Unidos sea el país más indicado para darle al mundo lecciones de no interferencia en los asuntos ajenos.

Si un individuo tan impresentable como Trump consiguió llegar a la Casa Blanca, no fue ciertamente por las interferencias rusas, sino por el estado del país, la demagogia del candidato republicano y por la antipatía que despertaba además su rival en buena parte del electorado. Y si en Gran Bretaña se impusieron, contra todo pronóstico, los partidarios del llamado Brexit, hay que atribuirlo solo al ocultamiento, las mentiras y a las maniobras de sus políticos.Otro tanto cabe decir de lo sucedido en Cataluña por mucho que la televisión rusa se haya hecho eco de un estúpido llamamiento de Julian Assange al reconocimiento internacional de una eventual independencia. Claro que cualquier cosa es buena para culpar a los rusos. Y ya sabemos que, sea verdad o no lo que dicen los medios, "ensucia, que algo queda".

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