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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La agenda

Pues no ha sido una mala noticia, no señor, esa que aportó el señor presidente de la Xunta sobre el compromiso del Gobierno central de adjudicar a Navantia -se supone que en Ferrol- la construcción de las fragatas F-110 para la Armada. Y no lo es, primero, porque supone carga de trabajo en la agenda de los astilleros militares gallegos y, segundo, la ratificación de su alta capacidad tecnológica. Que es, en los tiempos que corren, una especie de reválida aprobada cum laude en un mundo donde la competencia no sólo es abundante, sino feroz.

Tal como están las cosas, es más que probable que si no lo han hecho ya, en las próximas horas habrá en Galicia, como las hubo en Cataluña, voces -y pancartas- que confundiendo el culo con las témporas, condenen la venta de armas -del tipo que sean y para quien vayan destinadas- como si fuese un delito contra la humanidad. Con el "ligero" matiz de que la crítica se hace hacia las armas producidas en países "capitalistas" con destino a la defensa contra organizaciones terroristas como el Isis o Al-Qaeda en sus diferentes ramas y subespecies.

Y no se trata de absolver a unos para condenar a otros que, en sus actuaciones, demuestran un fanatismo parecido al de sus "defendidos". Sólo de dejar claro que una industria armamentística puede gustar más o menos, pero disponer de una estructura de ese tipo no implica que el país que la tenga se pueda calificar como un mercader de armas. Especialmente si se atiene a las reglas y límites internacionales, que existen, y a los controles que esas propias normas establecen. Algo así como producir o vender satélites o drones cuyo uso podría ser bélico, o no.

Es, ciertamente, una vieja polémica en la que lo bueno y lo malo se separan por una delgada línea de voluntariedad en el uso de lo que se produce. Lo que parece, al menos en opinión de quien la firma, hipócrita es condenar, desde un supuesto las más veces ideológico, una actividad económica legal que proporciona trabajo digno a miles de personas a las que de alguna manera, y aun sin afirmarlo taxativamente, se señalan como cómplices por el mero hecho de saber qué es lo que se produce. O sea, decir que la plantilla de Navantia es a especie de criminal de guerra.

Cuanto se deja dicho no pretende establecer una diferencia entre el bien y el mal a partir de estereotipos sectarios, porque sería algo así como condenar a quienes fabrican motores de buques o radares por el mero hecho de que se puedan usar como armas. Y antes de que en Ferrol, o en cualquier otro astillero, puedan aparecer pancartas con insultos propios de la CUP u otros "apóstoles de la no violencia" pero dependiendo de contra quiénes se ejerza, quizá no esté de más recordar, adaptándolo, lo de "más muertos provoca el hambre". Y aún más injustamente.

¿ No??

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