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Joaquín Rábago.

Hacernos respetar

Contra la amenaza de EE UU sobre la estrategia europea en materia energética

No es por supuesto nuevo: los Estados Unidos de América han sido prácticamente desde su fundación un Estado metomentodo, que crea amigos y enemigos en función de sus intereses y pretende imponérselos a los demás.

Tiene al frente para colmo ahora a un político tan errático como autocrático a quien parece traerle al pairo la legislación internacional a juzgar por sus continuas decisiones.

No es pues de extrañar que a un par de dirigentes europeos se les haya agotado la paciencia y hayan mostrado su irritación porque la nueva ley de sanciones contra Rusia aprobada por el Senado de aquel país incluye amenazas a empresas europeas del sector energético.

"El abastecimiento energético de Europa es algo que compete solo a Europa y no a los Estados Unidos de América", han declarado conjuntamente el ministro de Exteriores y vicecanciller alemán, Sigmar Gabriel, y el jefe del Gobierno austriaco, Christian Kern.

"Quién vaya a suministrar la energía que necesitamos es algo que decidiremos solo nosotros de acuerdo con las leyes del mercado y de la competencia", coinciden ambos políticos socialdemócratas en clara referencia a EE UU.

El proyecto que ha motivado las amenazas de Washington es el gasoducto Nord-Stream 2, que llevará gas natural bajo el Báltico desde Viborg, en Rusia, hasta Greifswald, en Alemania.

Se trata de una obra en la que tienen interés especial Berlín y Moscú, aunque no le faltan detractores en algunos países europeos como Polonia, Suecia y los estados bálticos.

El vicecanciller alemán y su colega austriaco sospechan que con sus amenazas a las empresas involucradas en ese proyecto europeo, Estados Unidos trata de que sus exportaciones de gas licuado sustituyan al gas ruso.

Con sus nuevas sanciones a Rusia, EE UU busca castigar económicamente a Moscú por su supuesta interferencia en las presidenciales norteamericanas, la anexión de Crimea y su apoyo al régimen sirio.

Divide una y otra vez Estados Unidos al mundo en países amigos y enemigos, según conviene en todo momento a sus intereses estratégicos y comerciales, y pretende además que sus socios acaten luego sus decisiones.

Y si hay tal vez motivos para oponerse al gasoducto germano-ruso -por ejemplo, por su posible impacto medioambiental-, su construcción no puede depender del veto o de las amenazas que llegan del otro lado del Atlántico. ¿No hemos alcanzado aún los europeos la mayoría de edad?

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